Llevaba una buena racha literaria en este 2014, pero está claro que en todo camino siempre hay una pedrusco donde tropezar. Por lo menos sirve para devolvernos a la realidad, donde existen obras geniales, normalitas y tostones. Como por ejemplo el último ejemplar con el que me he topado. El señor Fox, de la escritora británica Helen Oyeyemi. Y eso que de inicio pintaba bien, al ser considerada esta señorita como una joven promesa de las letras inglesas. Motivo suficiente para escoger su ultimo libro publicado (2012) y conocer de primera mano a qué se debía esa selecta inclusión.
El señor Fox va de un escritor que recibe la visita de su musa, inspirada y creada a través de su imaginación. Sin embargo, el ente se persona físicamente para reprocharle los trágicos finales de sus personajes femeninos en sus relatos. Supuestamente la musa, denominada como Mary Foxe, embarca al escritor en una supuesta búsqueda mutua donde ambos se internan en otros tantos cuentos para rebuscar en las ficciones algunas respuestas donde hecho en falta las preguntas. En esos relatos, la única diferencia es el título que los nombra, porque la historia es siempre la misma y protagonizada obviamente por ellos mismos. Tal vez, la salvedad sean las diferentes profesiones o situaciones donde se sumergen en ese juego de encontrarse para amarse. Y también algunos pasajes que derivan en la fantasía. Aún ando preguntándome para qué sirve la monstruosa figura de Reynardine. Esta premisa es la que propone la escritora y en donde se invita al lector, en la contraportada, a romper ciertos esquemas para dejarse engatusar en una presumible historia de amor entre estos dos personajes con la denuncia contra la violencia de genero como telón de fondo.
Como soy incapaz de apreciar la gracia del asunto, me arrastro página a página hasta que aparece la novedad de incluir a un tercero en discordia. La esposa real del señor Fox, quien responde al simbólico nombre de Daphne. Esta mujer se suma a en este juego al protagonizar su propio relato o ensoñación. Este punto de vista mejora algo el listón con lo nunca visto: un triangulo amoroso. Queda claro que llegué hasta el final del libro donde solo cabe preguntarse por qué diablos mantengo esa tozuda educación de acabar toda obra que pase por mis manos. Con lo valioso que es el tiempo.
"He amado a un tonto que contaba besos"
El señor Fox
Helen Oyeyemi
Ed. Acantilado
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