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En su momento debió de ser toda una sorpresa observar a los protagonistas implicados empezar a saltarse los "hábitos" normales del género que estaban representando. El malo, la chica, el héroe y el detective. Por ahí relucen los protagonistas implicados y el supuesto rol que les corresponde. Porque lo mejor viene cuando el trío de las faldas saquen a relucir sus miserias individuales, y el enredo de sabanas implique desautorizar a la razón entre continuas torpezas y sospechas que logran apartar el sentido común de cualquiera hasta hacer descarrilar una secuencia lógica de actos.
Todo se empieza a complicar en exceso, pero de una manera tan maravillosa y detallista, que la letanía del filme ayuda a desconcertar, tanto a personajes principales como a espectadores. Nada parece navegar sobre los guiones previos del noir mientras descubrimos la incapacidad de los protagonistas de enderezar una situación que empieza a superarles.
En el contexto del filme, la imagen es genial - Imdb |
Estos imprevistos empujan a los protagonistas a tomar decisiones en caliente, normalmente erróneas y encima sin suerte, todo ello acompañado por un perverso humor soterrado que incita a la sonrisa, pero que inevitablemente corta la posibilidad de la carcajada ante las posturas adoptadas por los actores en la función. Sangre fácil muestra una hábil conjunción entre la trama criminal y la comedia sin llegar a imponerse ninguna de ellas. Podría decirse que hay un intento de equiparse al gangsterismo, pero tan leve que no se alcanza tal categoría pese a los intentos de Dan Hedaya de mostrarse como algo más importante que un cornudo iracundo. Tampoco la comedia sobresale en exceso, más bien apura el supuesto caos que van sembrando los diferentes malentendidos y sus consecuencias. Mientras tanto, la cinta navega sin discusión hacia un apoteósico final. Y una buena carta de presentación de los Coen.
Sangre fácil
Joel Coen, 1984
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