La película narra el enfrentamiento de dos oficiales del ejército napoleónico a través de diversos duelos de honor. Un primer envite surgido en parte por la estupidez humana, se alargará durante años, creando un sentimiento tanto de necesidad como de odio hacia el rival. El duelo de honor se haya regido por una simple norma de caballerosidad que los necesarios testigos harán cumplir en cuanto uno de los contendientes sufra alguna herida no mortal que lo inhabilite para una lucha en igualdad de condiciones. Hete aquí la regla que extenderá varios años la pelea entre el templado D´Hubert frente al mayor apasionamiento de Feroud. Protagonistas interpretados por Keith Carradine y Harvey Keitel respectivamente. La gracia del asunto queda ligada al próximo envite y al lógico desarrollo de unos personajes que van asumiendo una loca necesidad de matar a su oponente mientras las guerras napoleónicas se recrudecen a lo largo de Europa. Lamentablemente el guión de Scott toma partido por uno de los contendientes. Transformando a D´Hubert en el clásico protagonista de la historia con su semblante sereno y mayor cordura respecto al pendenciero, y seguramente más interesante, Feroud. Y eso que los grillados suelen dar más juego que el correcto héroe, aunque este conserve algunas manchas en su currículo que lo humanice. Esta elección abandona el punto de vista de Feroud, otorgándole la posición del malo de la película. Queda pues contentarse con uno solo y su evolución como protagonista real del filme.
Y es ahí donde entra la faceta personal de D´Hubert al mostrarnos el lado humano de este personaje hasta su meteórica ascensión a general con vistas a mantener su status tras la era
Por lo menos Feroud asciende paralelamente como su rival, dando a entender que estos lunáticos del honor consiguen valerse por si mismos y hacer carrera militar. Al centrarse la película en su protagonista y en los susodichos duelos, se dejan las guerras del emperador francés en un discreto segundo plano. Ni el presupuesto ni la finalidad del argumento invitaba a explayarse en berenjenales ajenos. Únicamente destaca el pasaje de la fracasada invasión rusa. Incluso ahí, en la mayor de las derrotas y en la helada retirada general, los contendientes son incapaces de enarbolar un simple trapo blanco en su disputa personal.
La película tampoco busca ahondar en mayores inquietudes que las expuestas y se dedica a
Los duelistas es un buen debut a pesar de mis querencias personales. Una película que inexplicablemente queda relegada a un segundo plano dentro de la extensa filmografía de Ridley Scott, un director que a lo largo de su extensa carrera cinematográfica aglutina una superficial lista de seguidores como de detractores. Y es que parece que hay quien no se explica como un tipo puede firmar algunas obras imprescindibles como Alien, con otras tan olvidables como El reino de los cielos.
Los duelistas de Ridley Scott
1977
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