No era una deuda pendiente, pero en cierto modo me gustaría rendir un sencillo homenaje a Josefina R. Aldecoa cumpliendo un viejo requisito de mis tiempos de bachiller. La lectura de "Historia de una maestra" estaba dentro del temario de literatura, bastantes años atrás, coincidiendo además con una oportuna conferencia de la propia Josefina en el centro de bachillerato para conmemorar el día del libro. En aquella ocasión deseché la obligatoriedad de la lectura y acudí a la conferencia donde aquella mujer, con cierta melena, agradables arrugas provocadas por el tiempo y el notable uso de la sonrisa, me entregó el primer premio de un concurso de relatos que se celebró para conmemorar la fecha del nacimiento de un manco llamado Miguel.
Trece años más tarde cumplo con mi pasada obligación estudiantil, como si acudiese a la repesca de septiembre y lograse el indulto que mi persona no obtuvo en el milenio anterior. Historia de una maestra es el explicito título de la obra que narra la historia de Gabriela, maestra y mujer de principios del siglo XX, desde el momento en que obtiene la noble tarea de ejercer la educación hasta el abrupto desenlace que supone para la historia de España, la Guerra Civil de 1936. Dividido en tres partes, la corta novela de Aldecoa, apunta y desgrana pequeñas joyas en su afan de imponer la educación en los pueblos a los que es destinada. La protagonista del relato va enumerando los sucesos más importantes que su memoria le permite recordar. Desde sus modesto inicios en una localidad perdida entre los montes, a una interesante a la par que desaprovechada aventura en la colonia española africana de Guinea, finalizando en el establecimiento final en España, para ejercer su profesión con el fallido sueño que parecia ser la República.
La novela esta bien, así, sin más detalles que engorden las alabanzas hacia el trabajo bien hecho, aunque como siempre me gusta sacar alguna falta, esta se congrega en una mayor profundidad, un ahondamiento en ciertas partes de la historia que hubiera supuesto el lógico incremento de páginas. Tal vez Josefina manejó los tiempos necesarios, tal vez se nos cuente los aspectos más importantes y ensancharlos hubiera provocado la caida de la novela en el relleno. Pero lamento que la autora no se explayase aun más, porque los momentos previos a la guerra civil son vistos desde lejos, con la vista apartada, echada a un lado y con la distancia provocada por el personaje de Ezequiel, escondido en sus tramas populares frente a las familiares y sociales.
De todos modos me gustaria destacar, con mayor vehemencia, los aspectos cotidianos a los que se enfrenta la maestra en los diferentes pueblos a los que acude para poner en practica su profesión. La rutina de esas gentes olvidadas, la vida de la España rural del primer tercio del siglo XX me llama poderosamente la atención por encima el futuro envite civil. Porque de la guerra se ha hablado mucho y un hecho tan grave seguramente necesite de más historias que contar. Pero en esta novela se nos narra la vida del agricultor, del ominoso poder del Cura, siempre en mayúsculas, de la gente corriente y de las vicisitudes diarias de quienes solo aspiran a levantarse un nuevo día. Incluso la aventura africana hubiera podido dar más de sí, tal vez una novela por si sola, porque material sobre la antigua colonia española es más bien escasa y se podría haber alcanzado el nivel de otras grandes mujeres que decidieron obviar el machismo imperante y vivir su propia vida en el continente africano. Historia de una maestra se me queda como una novela corta, apacible en la lectura pero con la idea final de ser un resumen de algo más grande. Tal vez la propia vida sea más importante que esforzarse en anotarla.
Ed. Anagrama. Josefina R. Aldecoa. (La Robla, León, 1926 Santander... 2011)
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