
Gracias a este tipo de novelas se descubren numerosas curiosidades que se han dado en la historia de la humanidad. En este caso, la supuesta isla de San Borondón, una isla mítica en el imaginario colectivo que tiene la facultad de aparecer y desaparecer en la órbita de las Islas Canarias. En mi caso, no tenía ni idea de la existencia de esta leyenda, por lo que tengo que agradecer al autor, el descubrimiento de esta fascinante isla perdida con similitudes al mito de la Atlántida o la televisiva isla flotante de Lost. Del mismo modo, el Navigatio Sancti Brendani abbatis se une a mi amplia lista de lecturas pendientes y fabulas por descubrir.
La novela, por su parte, tiene un arranque prometedor, con una buena dosis de intriga que engancha lo suficiente y permite el avance normal de la lectura, sin embargo, el autor se deja llevar por la inercia de rizar el rizo, estirando la fina hebra que separa la benefactora sorpresa del desvarío, alcanzando más esta segunda opción mientras avanza el relato. Mención aparte para las intrahistorias que abundan a lo largo del relato y que sirven para complementar el misterio de la Non Trubada y el desarrollo de personajes. El fragmento del antiguo tercio, Antón Carrasco, demuestra la buena escritura
de mi tocayo a través de unos textos en la linea del mejor Pérez Reverte y la saga de su famoso Capitán Alatriste. Sin embargo lo peor de estas historias suplementarias es el abuso que dá de ellas, suena a relleno porque no terminan de sumar a la historia central, y en el caso del singular personaje, Viriato Restrepo, son más bien un estorbo, una añadidura fantástica que el autor nos ha colado para detallarnos algunos acontecimientos históricos singulares. La mayor parte de estos saltos de la linea principal se encuentran al final de la novela, disipando la emoción del desenlace que merecía el jugoso ajetreo que sufren los protagonistas.

San Borondón
Leyenda de San Borondón