31 de mayo de 2019

Primer

Hay directores que logran adquirir cierto reconocimiento desde su debut. Debutantes que asaltan los cielos cinematográficos de diversas maneras, ya sea gracias a una generosa producción que permita elevar la categoría del filme, o con otras cartas bien distintas pero mejor jugadas y que alcanzan otro tipo de cuota; referida normalmente al cine de culto. Éste es el caso de Shane Carruth y su cinta Primer. Una película tan atrevida, compleja e interesante como la facilidad de sortear un escaso presupuesto sin que se note. Y lo primero que hay que dejar bien claro es de la dificultad que entraña entender un filme excesivamente técnico. En primer lugar por el lenguaje empleado por los propios protagonistas, tan enrevesado como el manipulador montaje que expone Carruth.

Glamour temporal -ThinkFilm
Puede sonar a guasa, pero un primer visionado no basta para cerciorarse de todo lo que nos está contando su autor. Incluso un segunda tampoco, pero por ahí radica el juego de un director que acumula todas la funciones posibles en el apartado técnico. Dirección, guión, producción, música... hasta la merendola del rodaje parte de la familia para sortear los altos gastos que acumula una obra cinematográfica. Entonces, ¿dónde está la gracia?
  
Primer tiene mucho que ver con el idealizado eslogan del trabajo yanki, ese viejo sueño de lograr el éxito a través del trabajo personal y/o colectivo. El filme presenta a cuatro amigos, unos cerebritos en plan Big Band Theory, que después de su jornada de trabajo se encierran en el mítico garaje para buscar y desarrollar nuevas ideas, oportunidades y patentes. En uno de esos proyectos suena la flauta. En principio la idea inicial buscaba reducir el peso de un objeto al introducirlo en una caja metálica, adornada con toda la parafernalia posible de la experimentación. Pero el mayor descubrimiento viene de rebote, pues uno de los protagonistas, Abe, constata que durante el proceso se desarrolla una especie de elipse que termina siendo una especie de máquina del tiempo. Un punto de inicio que llega hasta otro punto diferente y vuelve de manera constante al inicio. Nuevamente surge el aviso. Porque el proceso, la máquina y demás entelequias son tan rebuscadas que fácilmente puede uno perderse, y constatar, que a pesar de muchos esfuerzos no entendamos ni papa

El garaje-ThinkFilm

Tal problema, Carruth lo convierte en un éxito gracias a la inteligente propuesta de los viajes temporales y al magnetismo que rodea a toda la película el esquivo punto de vista adoptado por la cámara. El cuarteto inicial se reduce a dos; a una dupla protagonista que parte de la amistad para ocultar al otro bando el descubrimiento y aprovechar las jugosas ventajas que supone saber cualqier cosa con antelación. Como la lógica oportunidad de negocio por parte de sus creadores, al conocer de antemano los valores de bolsa y hacerse con las acciones más rentables. La avaricia del vil metal se contrapone con los conocidos problemas de jugar con el tiempo, la linea temporal o las consecuencias físicas de las personas implicadas. Es decir, cambiar el curso de ciertas historias puede conllevar algún problema, mientras que también existe la tentación de sacar beneficio de manera particular. Aparte del atractivo aspecto de ciencia ficción que recorre la película, surge el lado humano, a través de la deriva que toma la relación de los verdaderos protagonistas. La pareja protagonista encabezada por el verdadero creador de la máquina, Abe, frente a su compinche Aaron.

La duración de la película tampoco ayuda. Poco más de una hora condensa toda la historia. Abreviada encima de manera voluntaria por el montaje; cuyas tijeras abundan en el metraje en pequeños saltos que imitan las posibles interferencias que puedan crear los protagonistas al retroceder hacia un punto determinado de la historia y poder modificarla a su antojo. Las consecuencias que muestra Carruth llegan tras las diferentes acciones de éstos, dando pie a las interesantes trampas del egoismo personal de cada uno de ellos y para colmo enredando aun más la comprensión del filme mismo.

A pesar de tantas trabas, zancadillas y planteamientos rebuscados, Primer termina triunfando. Es una película que exige atención por parte del espectador, nada se presenta masticado y de fácil digestión; encima cuenta con un ágil envoltorio gracias a una cámara que ofrece interesantes puntos de vista a través de una enorme sencillez; aupado por el citado montaje, retorcido y manipulador hasta el extremo de aportar fragmentos que el espectador debe rellenar con su propia imaginación. Como si hubiéramos seguido una linea temporal que termina siendo trastocada por los continuos viajes de querer remendar males ligados al ámbito que rodea a los personajes. Son tantas que dar por buena una única linea se antoja inútil frente a las múltiples variantes que llegan a crearse.

Primer
Shane Carruth, 2004

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