El 16 de abril de 2023, Bosco cumpliría 12 años. Pero lamentablemente se ha quedado a las puertas, y creo que no hace falta dar mayores detalles. Porque en todos estos años el perrucho ha sido una parte importante de mi vida y uno más de mi familia. Además de ser protagonista en algunos apartados de este blog personal. Pasado un leve espacio de tiempo, he decidido rendirle cierto homenaje después de dar sus últimos pasos por el pinar de la Jarosa en febrero, sin conocimiento de lo que vendría después.
Hacía tiempo que las excursiones de Bosco tenían el tiempo acotado para evitar excesos andarines; y en uno de los pocos días que ha hecho frío de verdad en este pasado invierno, Bosco y un servidor, salíamos desde el aparcamiento del primer quiosco del entorno a dar un leve paseo. Como cualquier mañana del fin de semana a primeras horas del día. Normalmente íbamos por cualquier sitio, a veces tenía planeado patear algún lugar concreto y otras muchas, sin premeditar ruta alguna; bastaba con escoger el punto de partida y dejarse llevar por el monte. Pero como esa mañana hacía algo de rasca, alzamos los pasos por una pista forestal que remonta la Cuesta del Horcajo para poder entrar en calor y combatir el frío. Así de simple se escogía un camino u otro.
La pista arranca con bastante inclinación en su inicio hasta suavizar su recorrido en medio de la ladera. Por ahí surge, en paralelo, una vieja trinchera de la guerra civil española, que más adelante bajaría hasta la posición republicana Loma de San Macario. Pero ese día tocaba seguir subiendo, con la intención aleatoria de perseguir la estela militar que con el tiempo queda como una extraña hendidura que tiende a elevarse, campo a través, entre jaras y matorrales. Al menos, van surgiendo leves parapetos que amenizan el esfuerzo propuesto. Por ejemplo, en un puesto de tirador destaca un enorme pino que ha crecido en medio de la construcción bélica, dando muestras del colosal paso del tiempo que ya ha superado los 80 años.
El vergel va aumentando según vamos ganando altura, con tanta espesura, que empiezo a echar de menos al disuasorio bastón que siempre facilita la tarea de abrirse paso a hostias. Al final, me canso de luchar contra las jaras y optamos por dar un leve rodeo mientras buscamos alguna salida digna. El viento arrecia y trae consigo algunos ligeros copos de nieve cuando descubrimos una senda bien marcada en un pequeño claro que nos permite continuar con la ascensión. Esta nueva vereda seguramente provenga del pequeño barranco que el arroyo de la Jarosa ha provocado a su paso aguas abajo, y nos permite alcanzar en mejores condiciones el cortafuegos que corona la Cuesta del Horcajo.
Por estos lares, destaca un conjunto de puestos de tirador, muretes y trincheras; leves restos de la guerra civil que Bosco aprovecha para posturear su magnífico perfil con el horizonte. Estas ruinas están catalogadas como Cerro Lobos (tramo III), en una línea republicana que ha sido arrasada por la creación del cortafuegos que sube hasta el cordal montañoso. Los leves restos que se han salvado de la maquinaría moderna andan desperdigados a ambos lados de la enorme cicatriz artificial. Algunos visitados, junto a Bosco, en este blog; otros quedan vendidos al tiempo de que la naturaleza recupere su espacio. El conjunto de este día acumula diversos restos, y con la lógica parada, aprovecho para tomar algunas fotos. Bosco también saca partido para refrescarse con la escasa nieve que nos ha dejado este suave y triste invierno.
En paralelo al cortafuegos, hay una atajo que lleva hasta una antigua vereda que utilizábamos con las bicis de montaña para atrochar velozmente con las ruedas gordas. Es una senda que hemos utilizado con regularidad, cuya estrechez y la escasa nieve repartida encuadran a la perfección para retratar a Bosco en la Jarosa por última vez. Por desgracia, sin conocimiento alguno de los problemas que surgirían las siguientes semanas. Y todavía hoy voy llorando por las esquinas. La entretenida trocha cruza la pista inicial junto a la trinchera de bajada para transformarse en un camino que termina por llegar hasta la ermita del lugar; donde el primer quiosco, el supuesto parking donde aguarda el coche y su puta madre.
La tristeza que deja su perdida ha supuesto una pequeña búsqueda de imágenes acumuladas sobre Bosco a lo largo de estos años. El resultado, suma una buena colecta de un perro, que nos ha acompañado en los últimos años de nuestras vidas. Porque Bosco ya estaba antes de que nacieran mis niñas y ha molado comprobar cómo las ha acompañado en su crecimiento. Un perro que se convirtió en parte de la rutina diaria y sobre todo, cómo ésta se alteraba en viajes, eventos o vacaciones. Al fin y al cabo era uno más de la familia, del cual me he aprovechado para recorrer y disfrutar del monte. Y como siempre pasa con estas cosas, uno se lamenta de los planes y las tareas pendientes. Incluso pensaba dejar constancia, en esta entrada, de algunos momentos importantes de su vida vía fotográfica. Pero finiquitar este texto cuesta horrores. Como llegar a casa y percatarse del silencio atronador de una vivienda vacía. Acostumbrarse al rincón donde estaba su cuenco o simplemente asomarme al lado de la cama donde solía dormir a mi vera. Imagino que el cruel paso del tiempo hará su trabajo para dejar de llorar por las esquinas. Ahora sólo me queda la memoria de los buenos momentos, la felicidad de verle crecer junto a las niñas, su mirada caramelizada y el cariño fiel que siempre demuestran los canes hacia sus dueños. Como voy a echar de menos al perruco.
Nuestro momento |
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