El Viaje a la Alcarria de Cela, recoge las mismas experiencias que la de miles de anónimos
blogueros dispersos por las redes. Nada nuevo si nos atenemos al simple concepto del género de la literatura de viajes. Tan viejo como el propio hombre. Pero con una notable distinción en el tiempo y en las formas, pues Cela se lanzó a la aventura en 1948 para conocer, de primera mano, los pueblos que jalonan esas tierras. De primeras, parte en tren desde Madrid a Guadalajara, para después encaminarse a la ruta del vaivén, dando a entender que salvo algunos puntos marcados de antemano, el itinerario lo marca la sabia decisión del momento. El viajero Cela se antepone en tercera persona, y aunque él sea el narrador, sabe ceder muy bien el protagonismo a las gentes con las que se va cruzando, quedando él mismo en un segundo plano para descubrir las diferentes personalidades que se cruzan en su camino. Las curiosas anotaciones de los vecinos de los pueblos adornan un retrato ligero de la sociedad de la época. No se descarta señalar la pobreza de algunos o el mal devenir de otros, aunque siempre por encima de una leve complacencia sobre un país que se recupera de los estragos de la guerra. El yantar se suple con el trabajo de quienes trabajan las tierras y eso es algo que destaca el autor en todos los pueblos por los que pasa. Así como los buhoneros que negocian por distintas plazas.
Un dato llamativo resulta ser las diferencias que se establecen entre los distintos pueblos, a pesar de la corta distancia que hay entre ellos, destacando sobre todo, el carácter más jovial de algunos frente al lógico recelo que despierta el extraño en otros. De todos modos, a Cela no le cuesta entablar conversación con los vecinos y llegar al cordial termino de amistad con un buen número de personas. Demostrando, en parte, las buenas maneras del mundo rural y que amenazan con desaparecer con el paso de los tiempos. Otro de los datos importantes del libro son las acotaciones dedicadas a la descripción de los pueblos y de sus monumentos. Estos últimos normalmente se encuentran en mal estado y con peligro de derrumbe, simples enunciados donde Cela expone el abandono de estos edificios históricos, una especie de denuncia hacia un país que debería recuperar las glorias del pasado para beneficio del presente. En parte algo se ha hecho desde entonces. Quedan dictados los pueblos, los parajes y el paisaje. Elementos vitales para quien pueda perder libremente el tiempo con la contemplación y disfrutar de ello. Una agradable sensación en peligro de extinción por los acelerados ritmos de vida actuales.
Este 11 de mayo, Cela cumpliría 101 años. La zona de la Alcarria siempre le estará agradecido al autor por este trayecto, transformado hoy día en útil y llamativa herramienta turística.
Hace un día esplendido, algo nuboso y no de demasiado calor, y el viajero, desembarazado del equipaje, camina con soltura y con alegría.
Cela, la mula y un paisano. Imagen sacada de viajesdeprimera.com e imagino que la original será de la Fundación de Camilo José Cela |
Viaje a la Alcarria
Camilo José Cela
Espasa libros, 2010
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