13 de mayo de 2012

Moby Dick

El cuerpo me pedía sumergirme en una lectura más profunda y densa después de haber acumulado una buena colecta de novelas cortas. El clásico Moby Dick cumplía con creces este requisito, valga como ejemplo tener que leer más de cien páginas para citar por primera vez el nombre del protagonista, el capitán Ahab. Además es una obra que llevaba mucho tiempo demorando su lectura, incluso mi interés se acrecentó por una noticia macabra, la de un turista alemán devorado por caníbales en una isla perdida del Pacífico y que al parecer recorría estas idílicas islas tras leer 'Taipi, un edén caníbal' de Herman Melville.
Los buenos libros son a mi entender atemporales, remarco esto porque se tiende en exceso a catalogar cierta literatura con el apelativo de juvenil, incluyendo a Moby Dick, casi como un menosprecio si se leen estas obras pasada la adolescencia. Creo que nunca es tarde de leer o releer cualquier libro que realmente lo merezca.

El resumen es bastante sencillo y conocido, básicamente trata de la locura de la venganza llevada a su más radical expresión. El capitán Ahab tiene la firme intención de acabar con la ballena blanca que le segó una pierna y no duda para ello arrastrar a su tripulación y al buque que dirige en su rencoroso propósito de matar a Moby Dick. Para ello contamos con Ismael, un marino mercante que decide enrolarse en un ballenero para ver mundo y conocer la caza de la ballena. Ismael se convierte en nuestro guía, narrador e instructor. Y todo por este orden a lo largo de un completo libro que contiene dos partes bien diferenciadas, la propia novela en sí y el extenso tratado ballenero con el que el autor nos sitúa en la dubitativa idea de saltar capítulos enteros.

Si dejamos a un lado el estudio, tesis doctoral, tratado o ensayo ballenero, Moby Dick se quedaría en una sobresaliente aventura marinera, una fantástica muestra de la lucha del hombre frente a la naturaleza y las consecuencias de llevar al extremo las ideas más resentidas. De esta manera el libro puede separarse fácilmente en la parte didáctica y la narrativa, esta claro donde reside la gracia de la novela al ser tan excesivo el complemento ilustrativo. Si nos centramos únicamente en la narración, en la historia, si que podríamos disfrutar de la novela, porque contiene momentos bastante sugerentes. La personalidad del capitán Ahab eclipsa por completo a nuestro narrador que pasa de hacernos vivir su propia experiencia a contarnos una batalla grandiosa entre hombre y animal. Elevando la figura de Ahab al olimpo de los grandes personajes literarios.


Herman Melville

 - Aquel de entre vosotros que me descubra una ballena blanca, de frente arrugada y mandíbula torcida; aquel de vosotros, repito, que me descubra esa ballena, que tiene tres agujeros en la aleta de estribor de la cola... ¡Atención! Aquel que me descubra esa ballena, se lleva esta onza de oro, hijos míos.
 - ¡Hurra! ¡Hurra! -gritaron los marineros....

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