4 de noviembre de 2011

El asesino del hielo

En alguna ocasión he mencionado que las novelas catalogadas como best seller no están dentro de mis preferencias personales. De todos modos reconozco que en la variedad está el gusto y que, de vez en cuando, es necesario romper mis propios esquemas, o más correctamente mis prejuicios personales. El asesino del hielo de Jay Bonansinga versa sobre la relación entre una momia del neolítico, hallada en las heladas cumbres de Alaska, con una serie de crímenes cometidos por un asesino y que tiene en jaque al FBI. Tras esta interesante premisa, la novela recurre al tópico del genial investigador como protagonista, Ulysses Grove, que se encuentra atascado en el caso y con el atenuante pasado de la perdida de la mujer amada. La necesaria versión femenina, en este tipo de tramas, se centra en la periodista Maura County, quien pondrá al héroe sobre la pista de la momia y éste hallará la conexión existente con el asesino en serie.

Después del oleaje de estereotipos de Bonansinga, escritor y guionista, es capaz de sorprender en el proceso de investigación al incluir un (desde este momento destrozo el supuesto interés de la novela) elemento de género fantástico que llega a coquetear con el despróposito al no terminar de enjugar la historia correctamente. El autor se arriesga demasido al mezclar ambos géneros y no termina de cuadrarlos del todo, en algunos tramos pierde credibilidad, a pesar de la buena escritura del americano, más cercano a una trama cinematográfica con un estilo directo que al desarrollado estilo de la narrativa. El asesino del hielo es entretenida, ligera y dispensada como best seller, aunque en mi opinión tiene el frágil parentesco del desviado producto de usar y tirar.

Para destripar aun más la novela, he de decir que la presentación y el primer tercio colman las expectativas necesarias para este tipo de obras, gracias a la inquietante similitud de los asesinatos y la muerte momificada del hombre del neolítico. El autor se toma cierto tiempo en presentar los mimbres del caso y a los personajes, pero la posterior investigación se torna entre lo sencillo y la necesidad de encauzar la resolución de la trama tan rapido, que apenas atan cabos porque no se necesitan, ya que los inspectores desentrañan rápidamente la conexión con el supuesto asesino. Esta velocidad aparta la frescura inicial y despeja de manera drástica los entresijos de encajar piezas, al autor no le interesa extender las pesquisas y pone rumbo directo a la acción, al cinematográfico estilo de que ocurra algo en cada secuencia. Para ello nos ofrece un extensivo primer enfrentaminento entre el protagonista y su enemigo, un encuentro que narra pocas cosas y que se alarga en exceso.

Después de la intensa lucha, la novela decae hacia el necesario tránsito que debe realizarse hacia la resolución final. El héroe debe cerrar las heridas del pasado antes del interesante, bastante en este caso, conclusión final. Porque ahora sí, la novela se transforma todavia más en un espejo fílmico. El enfrentamiento final, entre el protagonista y su antagonista, se desarrolla en el escenario idílico de las montañas de Alaska, cerrando un presumible círculo con la momia originaria. Pero todo puede estropearse, sinceramente me sobra el epílogo, no le encuentro mayor atractivo que el malintencionado hecho de querer mantener una ventana abierta. La posibilidad de darle continuidad, (en EEUU creo que se ha editado ya la supuesta continuación), a una historia que se piensa puede dar más de sí, pero si no se ha aprovechado en este libreto apenas quedan excusas para retrasar el origen, la intención o el fin último de este espiritu maligno que no sean los intereses puramente comerciales.   
 
El asesino del hielo
Jay Bonansinga. 
Ed DeBols!llo

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