4 de noviembre de 2010

La ciudad del vacio... y tanto.

A veces me obligo a leer, y en estos momentos a escribir, para intentar crear una rutina que seguramente sea innecesaria sino va acompañada del deseo. Hará más de un mes que me obligué a leer "La ciudad al vacio", del periodista canario Pepe Alemán, del mismo modo que uno se impone levantarse para trabajar todos los días laborables.

La obligación no ha sido buena idea, a pesar de que José A. Alemán sea un periodista de renombre en el archipiélago, su novela llegará a ocupar un espacio de relleno en mi libreria personal, seguramente como soporte de obras más interesantes y recomendables. El desencadenante principal es el asesinato de una pareja de turistas alemanes y como este crimen afecta a los personajes principales, con los habituales fantasmas del pasado y viejas cuentas pendientes que sirve para desarrollar el 95% de la novela.

Un defecto, a mi entender, es la presunción didactica que se intenta inculcar al lector a través de estereotipos relacionados con el poder (ojito al presunto delegado del gobierno, más que un político parece un charlatán sin freno), el periodístico "Con Franco, teníamos claro lo del cuarto poder....Aquella situación pasó, nadie discute la libertad de expresión que está consagrada en la Constitución..." y demás sentencias formativas que se repiten del puño del novelista a las bocas de los personajes.

El argumento avanza de manera parsimoniosa, con un ritmo lento y perjudicado por los recuerdos del pasado que acechan a los protagonistas, contando la trama del presente y aderezada por los lejanos recuerdos de la infancia, el amor adolescente, el franquismo y las historias inacabadas que irremediablemente deben solucionarse algún día. Si eliminaramos esta parte transcedental hacia el interior de los personajes, tal vez se podría sacar una curiosa intriga de novela negra o de investigación, pero los recuerdos del pasado devaluan la lectura por la lentitud con la que sé describe.

Ocurre que hay trampa, o no, según se mire porque el autor se deja para el desenlace un supuesto as en la manga con un final, pese a que no sea original, si que sorprende al lector para encajar las pesadas piezas que surgen a lo largo de la obra. El ultimo acto sugiere cierto aire agradable y eleva el tono pero no logra satisfacer el excesivo letargo acumulado.

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