16 de enero de 2025

El origen perdido

Llevaba una buena racha, una de esas que parecía perdurable en el pasado 24. Hasta la llegada del tropiezo, cuyo origen anda perdido en algún lejano regalo de principios de milenio. Porque este libro fue un presente, cuando todavía se recibían. La escritora, Matilde Asensi, obtuvo honores editoriales y proclamas populares con éxitos como El último catón, triunfos comerciales alrededor de complejos misterios históricos que copaban las listas de ventas en buena parte del mundo occidental. Con, El código Da Vinci, como mayor referente por aquellas fechas. Imagino que a este barco se sumó la periodista, cuyos números de ventas debieron suponerle alguna que otra gratificante suma aunque sin alcanzar la cima de la adaptación audiovisual, el verdadero referente para el público en general. 

Pero bien, decía que llevaba una buena cosecha de lecturas y tristemente, El origen perdido ha supuesto una decepción. Seguramente, la principal causa sea mi poca afiliación a estas aventuras históricas, dedicadas a desentrañar algún que otro misterio de la humanidad, allí donde aparece siempre más de un listillo que se las sabe todas. Un protagonista que curiosamente, tiene una enorme capacidad de deducción, solvencia económica y las consabidas amistades necesarias que ayuden a superar los obstáculos que vendrán. En este libro, el misterio se centra en conocer qué ocurrió con un pueblo prehispánico: el pueblo aymara, quienes parecen tener un maravilloso poder gracias al uso de un lenguaje tan puro, que puede llegar incluso a reprogramar la mente de las personas. Un aspecto muy acorde con la profesión del protagonista (Arnau), un exitoso empresario informático y que en sus ratos libres ejerce de pirata junto a dos de sus colegas y empleados: Marc y Lola. Pero el mundo del protagonista se trastoca cuando su hermanastro cae preso de una extraña enfermedad mental que le mantiene alelado y con la única intención expresa de manifestar de que su cuerpo esta muerto y debe ser enterrado.

Obviamente, Arnau se pondrá a enredar sobre los quehaceres de su hermano y descubrirá que su enfermedad podría estar relacionada con una maldición sobre el lenguaje y cultura aymara, un trabajo que su hermano llevaba junto a una catedrática universitaria con la que Arnau chocará rápidamente. La investigación y su transcendencia, supera el interés académico debido al supuesto poder de dominar la mente humana gracias al lenguaje perdido de esa población amerindia. Y de ahí, a la metódica investigación sobre la cultura perdida, la recopilación de datos y el esmerado trabajo de entretener a lector con la acumulación de información. Un salteado que la autora intenta sortear con el supuesto entretenimiento que puedan ofrecer el triangulo compuesto por el protagonista y sus amigos. 

La novela acapara dos grandes bloques, una primera de presentación que incluye la correosa investigación. El lugar ideal donde la autora debiera aportar algunas perlas que enganche con las clásicas pistas y anzuelos para entretener al lector. Y un segundo bloque que se desarrolla como un trabajo de campo en Bolivia, en plan intrépidos arqueólogos sobre las ruinas de la antigua capital del pueblo aymara. Como en todo extenso texto de búsqueda e indagación, se aglutinan partes aburridas y otras hechas con mayor esmero, una discontinuidad que Asensi no logra ocultar con una escritura repleta de formalismos, sin la magia necesaria que logre suplir descripciones anodinas. A su favor, están los personajes, más o menos bien definidos en los diferentes roles asignados. Está bien que el protagonista tenga cierta chulería, un arrojo del que destaca una personalidad marcada, aunque ojala hubiera sido más bocazas que el típico listillo de buen corazón que quiere ayudar a su hermano a toda costa.

De nuevo era un intrépido Ulises intentando conducir mi nave hasta Ítaca, un osado hacker luchando por abrir algo que estaba law-táta, <<cerrado con llave>>

De sus amigos, Marc (Jabba) está claramente marcado hacia el personaje humorístico y leal compañero que todo héroe necesita, mientras que Lola (Proxi) encarna una altar femenino de determinación, inteligencia y lógica que equilibre las tonterías masculinas. Sin duda, el personaje más logrado.

Sin embargo, la novela adolece de algunas complicaciones que añadan mayor picante a la aventura, ni siquiera cuando se internan en pleno Amazonas se percibe un peligro que les obligue a superarse en alguna situación extrema, o elevar una tensión lectora tan clásica como salvarse por los pelos de algún peligro real. Tampoco era el caso de alcanzar cotas aventureras en plan Indiana Jones, pero se hecha en falta un mayor riesgo, algún antagonista que aporte emoción frente al academicismo indolente. Es tal la comodidad, que simplemente te hace desear que fracasen en su odisea por intentar jugar en una ficción si mayores alegrías que obliguen al lector continuar la lectura, o simplemente retomar el libro en los necesarios paréntesis personales. 

   
El origen perdido
Matilde Asensi
Ed. Planeta, 2011