30 de octubre de 2019

Aurora boreal

Más de un millón de libros vendidos en Suecia; mientras que en España las cifras de ventas debieron alcanzar también un notable número. De hecho, mi edición particular suma la vigésima octava reimpresión desde 2009. No está nada mal para alguien que debutaba en el ámbito de las letras y cuyo éxito ayudó bastante a la escritora, Åsa Larsson, a cambiar de aires profesionales, con anterioridad trabajaba como abogada mercantil. También es cierto que tuvo la fortuna de subirse a una interesante moda, porque hasta hace bien poco, la novela negra escandinava tenía un inmenso éxito internacional, con diversos títulos y autores que explotaron comercialmente sus obras alrededor del fenómeno mundial que supuso la saga Millenium del fallecido Stieg Larsson. Al carro también se unieron los lectores españoles, ávidos por descubrir como a los altos, guapos y ricos vecinos del norte, también ocultan miserias sociales, sectas racistas, violadores y algún que otro asesino. Una sociedad vendida como ejemplar pero que esconde los mismos rincones oscuros que cualquier otra sociedad compuesta por seres humanos. 

Aurora boreal fue la primera novela de Åsa Larsson. Y como marcan los canones, arranca con
Chapi
el asesinato de un joven llamado Viktor Strandgård, figura que resulta ser bastante conocida a nivel nacional por su fervorosa creencia religiosa. Aupada previamente por sobrevivir a un terrible accidente que sirvió a la joven celebridad para vender libros bajo el paraguas protector de la palabra de Dios. El eslogan era fantástico, ha vuelto de donde nadie regresa. Pero su violenta muerte sacude a toda una pequeña población y a la congregación religiosa a la que pertenecía. La investigación policial recae en una mujer que está a punto de obtener la baja por embarazo, Anna-Maria Mella, mientras que la principal sospechosa es la propia hermana de la víctima, Sanna, madre de dos hijas pequeñas. Ésta recurrirá a una vieja amiga para que acuda en su ayuda, Rebecka Martinsson, quien es la verdadera protagonista del título y cuyo pasado la empujó a abandonar su localidad de origen para buscar el triunfo personal en un bufete de abogados de la capital.

Con estos mimbres se construye una clásica estructura alrededor de la protagonista, al verse medio obligada a retornar a sus orígenes y enfrentarse a los fantasmas del pasado; viejas amistadas y la nostalgia que provoca el paso del tiempo. Ese retorno sirve a la protagonista a realizar el necesario viaje del héroe, donde se enfrenta a viejos conocidos a la par que el lector va descubriendo el pasado y los conflictos que se quedaron atrás.

 
Normalmente estas novelas cuentan con la gracia de ir desgranando pequeñas pistas donde las sospechas del asesino se dispersen entre varios candidatos, con el objetivo de atraer la atención del lector y hacerle participe de la supuesta tensión del relato, recabando sus propios datos o intuiciones. Personalmente apenas me atrae la necesidad de perderme en las conjeturas del cluedo propuesto, y mucho menos tener que andar pendiente de las migas que va dejando la autora. Será la pereza de buscar pies al gato o la variante de preferir observar la evolución de los personajes frente a las adversidades. Cada cual que elija. En parte, Aurora boreal carece de una investigación policial precisa, destaca más el peso del relato sobre el trio de mujeres, especialmente en la abogada Martinsson y sus relaciones con los implicados. Por ahí llaman más la atención los virajes emocionales de la protagonista que las habilidades detectivescas. La novela sigue una línea lógica de dar pasos hacia adelante mientras recopila diversos señuelos destinados a entretener hasta la resolución final del texto. La parte donde suelen explicarse las piezas extraviadas para que encajen como si tal cosa fuera lo más normal del mundo.

¿Fuiste tú? - Ruge Rebecka ¿Por qué?
- Fue el mismo Dios, Rebecka.


pd: Entrada 301 del blog 

Aurora boreal 
Åsa Larsson
Ed Seix Barral, 2009

18 de octubre de 2019

The Pacific

Después del éxito de Hermanos de sangre, la dupla Spielberg/Hanks repiten producción bélica sobre la II Guerra Mundial para mayor gloria del ejército americano. En este caso, se orienta la acción hacia el Pacífico, donde el imperio japonés atacó a traición la conocida base yanqui de Hawái (Pearl Harbour), provocando la entrada del gigante estadounidense en el conflicto armado. De ahí el título y la larga lucha, entre ambos países, que llevó al hombre a explorar nuevas vías en el uso de la fuerza. Con el lanzamiento de las bombas nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki para poner fin a la contienda.

Pim, pam, pum - HBO
Pero antes se desarrolló una cruenta lucha por los diversos archipiélagos dispersos en el mayor de los océanos. Batallas que dan para muchas historias y exaltaciones patrióticas. Como bien sabemos gracias a las numerosas producciones fílmicas que desarrolló la industria americana a lo largo de los años. Y ahora para la televisión, el sustento del trabajo procede de los mismos que levantaron la serie citada al inicio. Unos mimbres que continúan con un esquema similar, donde se busca retratar la dura realidad de la guerra, entrevistas a veteranos incluida y con la base, en esta ocasión, de dos libros autobiográficos, Mi casco por almohada de Robert Leckie y Diario de un marine de Eugene Sledge. Ambos protagonistas principales de la serie junto al sargento John Basilone. Éste carece de libreto, porque tras su intervención militar en Guadalcanal, fue erigido como un héroe y usado por la propaganda para recolectar los necesarios bonos de guerra que financiase la guerra. Basilone regresó a EEUU para cumplir su nueva labor publicitaria, acaparando portadas, cenas recaudatorias, adaptaciones artísticas y demás parafernalias. Un aspecto interesante sobre los avatares de este personaje en la lejana sociedad estadounidense, frente a la crudeza que muestra The Pacific en las diferentes batallas a lo largo de los 10 capítulos que componen la miniserie. Porque por suerte, hay tiempo para todo.

Aunque destaquen estos tres personajes como principales, la serie vuelve a contar con un interesante reparto coral donde poder apoyarse en las historias paralelas. En parte resulta necesario sacudirse los protagonismos sobre el resto, sobre todo cuando la guerra abarca a tanta gente que no queda otra que nivelar los dramas personales y buscar apoyo en otros puntos de vista que sirvan para diferenciarse de los escogidos como protagonistas, y por ende, enriquecer la serie a nivel global. La camaradería va y viene a causa de las bajas, creando notables grupos de amistades que sobresalen cuando las balas silban sobre sus cabezas, hasta que se percatan de que falta mengano, y la guerra muestra la fragilidad del hombre mientras los amigos lamentan a los amigos caídos.


Otro brutal enemigo suele cebarse en las cabezas, cuando el cansancio, el miedo y el agresivo entorno hacen mella en la moral de unos soldados que pueden llegar a enloquecer tras acumular días y semanas de penurias. El reparto es tan amplio que ofrece una inquietante oferta al espectador, al desconocer si al simpático o al cobarde se lo van a llevar por delante los japos. El caso es que da igual, la muerte se palpa en el ambiente gracias a un espectacular despliegue técnico que demuestra el buen hacer de los americanos en estas vicisitudes. Se nota en la exquisita producción el dinero gastado, ya que por aquel entonces supuso un nuevo récord los dineros destinados en la serie. En esta loca y agraciada carrera que viven las productoras y plataformas audiovisuales.

A pesar de las comparaciones, odiosas se suele decir, The Pacific es un magnífico espectáculo por si misma. Con un enorme despliegue a lo largo de los múltiples combates que se acumulan en los capítulos; Guadalcanal, Peleliu, Iwo Jima, Okinawa... incluidos notables desembarcos, dignos herederos del show que propuso Spielberg en Normandía en su premiada cinta Salvar al soldado Ryan. El verdadero germen de estas series. Aunque por ahí podría notarse cierta saturación, cuando el metraje se dedica a representar tantas batallas que pueden llegar a cansar a lo largo de los episodios. Porque hay capítulos que cuentan con un excesivo tramo de tiros, explosiones y batallas sin más. La guerra se representa muy jodida, y aunque el espectáculo visual esté muy trabajado, la serie gana más cuando se centra en los personajes y los grupos reducidos que frente al ejercicio colectivo de la invasión, por repetitivo. Un ejemplo es el largo desembarco sobre Iwo Jima, apenas aporta nada nuevo visto anteriormente, básicamente es una forma de glorificar el regreso del héroe John Basilone al embite. La clásica americanada. 



Quién quiere panceta - HBO
Sin embargo, The Pacific gana bastante cuando se aleja del frente. El episodio dedicado a Melbourne llega incluso pronto, es el tercero. Pero ofrece una perspectiva interesante sobre los jóvenes llegados a la guerra. Por las calles de la ciudad australiana surgen las ganas de vivir, de aprovechar la oportunidad que ofrece la juventud para perderse entre locales, bromas, alcohol y mujeres. La vida pasa rápido y es mejor disfrutarla antes de volver ser llamados a filas y enfangarse en los lodos de los fusiles. Por ahí destacan las perspectivas de Leckie y Sledge, repartiéndose el protagonismo en la distancia y poder observar cómo la guerra transforma al ser humano. Leckie se resguarda en el sarcasmo, al tener una cabeza amueblada e instruida, resiste las acometidas del frente con cierta sorna hasta que su limite se ve superado por las continuas zancadillas que terminan por derrotarle hacia la mera dejadez de esperar a que pase el tiempo. O le peguen un tiro. Sledge por contra, representa al idealista, al joven que quiere ayudar a su país y a sus amigos bajo la supuesta causa justa que otorga la distancia. Pero cuando la guerra, la verdadera guerra se pone delante de sus narices, observa impotente como la humanidad, incluida la suya propia, tiende a perder. Y llegados a tal extremo da igual el bando por que estuvieses luchando.


The Pacific
HBO, Dreamworks y PlayTone, 2010


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4 de octubre de 2019

La vuelta al mundo en 80 días

Se trata de una de las obras más populares y reconocidas de Julio Verne. El visionario escritor francés continuaba una primera época productiva denominada como viajes extraordinarios; donde la aventura constante acompaña a sus protagonistas a lo largo del relato. Y en esta particular ocasión alrededor del mundo, con el aliciente de completar el recorrido en un tiempo determinado. Porque la gracia de la novela proviene del contexto, cuya fecha se corresponde con la publicación de la obra, 1872, y cuenta con los medios de transporte de la época para llevar a cabo tal periplo. En realidad es un alarde en positivo del desarrollo industrial y humano de aquellos años. El avance de la maquinaría y la destreza del hombre como punta de lanza. 

El protagonismo recae en un cuadriculado y aburrido ricachón inglés: Phileas Fogg. Para quienes calzamos algunos cuantos años siempre nos quedará el recuerdo de la adaptación animada de Willie Fogg. Pero la memoria de la infancia choca con la realidad de las patas de gallo, porque la lectura de La vuelta al mundo en 80 días anda anclada en la superficialidad de la literatura juvenil, sin mayores trabas que entretener a quien ose abrir algo más que las tapas.

El origen proviene de una apuesta. Un aspecto tan británico que sirve para dotar de interés a las disputas que puedan surgir en cualquier charleta. Incluido en selectos clubs londinenses. A fin de cuentas, el arranque del viaje surge de un intercambio de opiniones basado en un articulo periodístico que destaca la posibilidad de dar la vuelta al mundo, gracias a los medios de locomoción, en tan solo 80 días. Fogg, quien muestra un aspecto hierático y sereno, se marca una extraña obstinación, más cercana al clásico ibérico del agarrame el cubata que a la supuesta seriedad de la adinerada sociedad inglesa. Hecha la apuesta, surge la aventura del héroe que vuelve a su caparazón de rectitud. La cuota humana proviene del criado, un francés llamado Passepartout, que sin saberlo, arranca su servicio bajo las prisas de un viaje que parece afectar a la hora de transcribir de Verne. Porque La vuelta al mundo en 80 días vuela, y en ocasiones de verdad; tanta, que se hecha en falta cierto sosiego en un trayecto que podría dar mucho más juego si a su autor le hubiera interesado. Porque Verne sólo se detiene en contadas ocasiones, como en el rescate de Aouda, en elaborar un mayor desglose de un problema concreto y las opciones de afrontarlo por Fogg y compañía.

Tal velocidad puede otorgar cierta agilidad a quien busque entretenerse sin mayores complicaciones. Pero para quien busca algo más de literatura, echará en falta la mejor versión del autor francés. Al menos queda la originalidad de la propuesta, vista como una excentricidad por parte de los pudientes de finales del XIX. Y también porque no deja de ser una maravillosa aventura a pesar de la calculada frialdad del protagonista frente a las peripecias secundarias de su criado.

-¡Vaya! ¡Pero si es usted un hombre con corazón!
-En ocasiones -respondió simplemente Phileas Fogg-. Cuando tengo tiempo.

Primera portada publicada
 Le Tour du_monde en quatre-vingts jours
Dominio público, wikimedia
 
Tampoco conviene olvidar la habilidad de Julio Verne de colocar variados y diversos problemas a los que deben enfrentarse los protagonistas a lo largo del viaje. Es una especialidad de la casa, embaucar al lector, con tino y fantasía a través de baches circenses en plan del más difícil todavía. Porque aparte de contar con los lógicos retrasos de transporte y los peligros externos; Verne añade a un perseverante inspector de policía, de nombre Fix, el cual sospecha del extravagante viaje de Phileas Fogg como una excusa para huir de la justicia al coincidir su descripción física con la de un ladrón que acaba de cometer un importante robo en el banco de Inglaterra. Las continuas prisas de Fogg, por cambiar de trasnporte y de avanzar hacia el este, sin duda alimentan aun más las suspicacias del receloso inspector.

A pesar de la continua apariencia de resumen, la novela mantiene el encanto propio de la época y de la leyenda que acompaña al título a lo largo de los tiempos. Incluida la candidez infantil a la hora de resolver situaciones de peligro junto al solicitado as marcado del autor, cuya opción se guarda en la manga para desplegar diversas sorpresas que se acumulan incluso hasta el mismo final de la obra. A fin de cuentas. ¿A quién no le gustaría darse un garbeo alrededor del mundo?

El viejo y paralítico Lord Albermale. El honorable gentleman, clavado en su sillón, habría dado toda su fortuna por poder dar la vuelta al mundo, ¡incluso en diez años!



La vuelta al mundo en 80 días
Julio Verne
Ed El País Aventuras. 2004


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