18 de junio de 2019

La fuente de Aldara

Fuente de Aldara
La figura del Arcipreste de Hita sobrevuela parte del blog; normalmente alrededor de las andanzas andarinas sobre la Peña, el monumento natural cuyas paredes fueron tatuadas con fragmentos del Libro de buen amor. Del resto de su paso por la sierra ya habrá tiempo, pero ahora que Bosco anda renqueante para troteos más grandes, conviene derivar los paseos a distancias más reducidas. Tan mínimas que puedan hacerse en familia e intentar que las niñas adquieran cierta costumbre. Y nada mejor que inaugurar los paseos infantiles que alcanzar una fuente cuyo nombre coincide con el de la primogénita. Hacia 1930 se decretaron tres sitios naturales sobre la sierra de Guadarrama: La Pedriza, el pinar de la Acebeda y las lagunas y cumbres de Peñalara. Hubo un anexo, o añadido que incluía un homenaje literario para celebrar los 600 años del libro de Juan Ruiz sobre una peña caballera, muy cerca del collado que separa ambas castillas. La Peña del Arcipreste de Hita.

Parece ser que para 1932 se aprovechó un manantial cercano para erigir una fuente en honor a la serrana que dio acogida al Arcipreste por estos lugares, y de nombre Aldara. La pastora de la que Juan Ruiz no reparó en calificar despectivamente sus facciones físicas.
 
Para llegar a la fuente conviene arrancar desde el inicio de la pista forestal de los Lomitos, PR-30 de la comunidad de Madrid, camino que nace antes del km 57 de la N-VI en la subida al puerto del León. Por ahí puede dejarse el coche y comenzar a caminar sobre la ancha pista. No hay posibilidad de perdida, con una única referencia de atravesar unas torres de alta tensión que afean el entorno. Las mismas que guardan el antiguo paso de Tablada; mientras nos adentramos bajo la sombra de los pinos. Por ahí  las niñas persiguen mariposas y un inmenso helechal refresca el final de la primavera. Más adelante surge el desvío a izquierdas, con los adornos propios de las rutas temáticas que ensalzan las administraciones. Un texto grabado sobre la roca en forma de libro precede la senda; una vereda que asciende levemente sobre la ladera copada por los pinos, baste decir que no existe mejor techumbre. En breve se alcanza una fuente sin nombre oficial, pero que cuenta con un chorro casi permanente desde sus entrañas, tanta, que en buena medida podemos toparnos con un lodazal cuando las aguas inundan los alrededores. 

A nivel local se la conoce como fuente de La Roca, basta con ver su redondeada forma, y sirve de base para atacar el próximo sendero que se empina. Con la complicación añadida de las piedras. Sueltas y escalonadas donde parecen mayores muros para patitas de tres y seis años. Pero las cabras tiran al monte, con Bosco abriendo camino por la senda trillada, tanto que el animal podría hacerla a ciegas tras recorrerla en múltiples ocasiones. No así la familia, que anda lenta y precavida a que las niñas sufran algún percance sobre los pedrolos. Tampoco conviene preocuparse en exceso, viendo como superan los baches con la alegría y la despreocupación propias de la edad. 

Tras la diversión andarina se llega a la fuente de Aldara, ligeramente apartada del sendero pero bien señalizada para evitar despistes. Rodeada de pinos, reposa en un pequeño espacio llano donde poder disfrutar de la merienda. La pena es que el caño anda seco, bastante tiempo si no recuerdo mal. Un bagaje triste que no logra dar función a un canalillo situado en su base para que evacue la ligera planicie del inexistente manantial.

La Peña del Arcipreste de Hita queda un poco más arriba, con sus textos grabados y una arqueta en su base que guarda un tesoro en formato de libro. Queda señalado el pedrusco. Reducido a segundón en este caso. Porque la fuente de Aldara merece su protagonismo pese a las delicadas palabras de Juan Ruiz. Como reprimenda al famoso trotaconventos, cierro la entrada citando otra fuente y a otra Aldara tan famosa como la serrana guadarrameña.



Se aparece una sultana
Que allí se quitó la vida,
por el cristiano que amaba
y allí viene cada año
allí se juntan sus almas
El agua mana fresquita
mientras que ellos se aman
El cristiano y la mora
Que llamaban la bella Aldara...  


Qué bonito estaba el pinar!

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