23 de mayo de 2019

Detrás de la piedra

De vez en cuando sorprende la lectura de alguna novela. Normalmente en positivo, ya sea por la temática de la obra o por la destreza narrativa del autor. Como Detrás de la piedra, cuyo título aúna ambas. También es cierto que se trata de una obra menor, de tamaño principalmente, pero sobresale porque se centra en un aspecto determinado que otorga un punto de vista diferente y enriquecedor. Para empezar con un género tan poco visitado por la literatura española, el carcelario, junto con al atractivo añadido de situarlo en el contexto de la postguerra española. Y sin necesidad de recurrir a grandes algaradas, porque la historia reside en un pequeño pueblo, donde se mantienen las mismas rutinas diarias  y cuyos vecinos puedes llegar a saludar fácilmente varias veces al día. 
Una pista

El protagonismo recae en Julio, padre de familia y director de una fabrica local. Su figura representa una ligera anomalía en la cerrada sociedad de Nebia, el nombre del pueblo donde transcurre la historia. Básicamente, el delito de Julio es pensar un poco diferente del resto, aunque él mismo se reconozca devorado por la costumbre diaria y necesite escaparse a la ciudad provincial para poder sacudirse tal monotonía. Sin embargo arrastra una denuncia sobre sus espaldas, que viene a colación sobre algo tan hispano como las cuentas pendientes. Ésas que tan bien encajaron durante y después de la guerra civil. De esta forma, Julio termina con sus huesos en la cárcel, cuya justicia de postguerra queda retratada en las páginas de la novela con el peculiar caso del protagonista de por medio. Un asunto nada claro y que permite privar de libertad al sospechoso mientras se aclara realmente que pasó.

Es tan difícil al juez demostrar mi culpabilidad como a mí me resulta demostrar mi inocencia. 
Julio

Una vez metido entre rejas, sólo queda la libertad del pensamiento para poder encajar con tiento las paredes que oprimen la sensación del verse atrapado. Y como hay tiempo de sobra, hasta para crear un mapa sobre las grietas del habitáculo, Carmen Kurtz traslada al lector a diversos pasajes del pasado de Julio, a presentarnos las típicas descripciones de la familia, la relación con su mujer, su influyente suegro, diversas amistades y otras tantas amantes. La estructura de la novela salta entre el presente y el pasado, mezclándose con hábil alegría bajo el punto de vista de Julio, quien debe luchar por mantenerse sereno en el ambiente plomizo de la cárcel, de la que espera salir pronto, al saberse él mismo inocente de la acusación del robo. Pero atar cabos no resulta sencillo bajo el peso de la rutina. Incapaz de recordar con exactitud los pormenores que le otorguen una coartada sobre el supuesto delito. Entre esos vaivenes destaca la acumulación de recuerdos y cómo el paso del tiempo logra socavar el pensamiento de Julio.

El lector asiente a la comodidad que otorga el silencio para que Julio examine su vida. Sus deseos, fracasos y el sueño de poder optar a las oportunidades que vendrán. Curiosamente hay un choque vital que hace evolucionar al protagonista, tan preso está dentro de las rejas como atado a la cotidaniedad de su vida en Nebia. Es decir, se da paso al tradicional examen personal de los planes y suelos sin cumplir. En realidad es un sentimiento tan humano para el desarrollo, que normalmente anda ligado a la posibilidad de tener una segunda oportunidad. Y gracias a la cárcel, el preso obtiene el poder de observar un punto de vista diferente de la realidad en la que estaba realmente atrapado. 

Gracias a esta temática carcelera, puede observarse un retazo de postguerra en una zona de provincias, donde todavía quedan posos de resistencia en forma de maquis o el mero avance de una sociedad en reconstrucción, a través de la sociedad burguesa con la que se codea el protagonista. Y por supuesto, el microcosmos de la propia cárcel, la vida de los presos, la variopinta colección de estafadores, prostitutas, ladrones y asesinos. Una buena colecta de historias personales que mantiene la mayor de las condenas en el horizonte, allá donde el vil garrote presiona sobre las vidas hasta apoderarse de ellas.  

Detrás de la piedra resulta una novela sencilla y agradable de leer. Queda por destacar el curioso intercalado entre el presente y los recuerdos de Julio, a veces son simples frases que acomodan el texto y lo enriquecen gracias al loable trabajo de la escritora. Un buen ejemplo de quien sabe crear y contar historias en un reducido número de páginas.

...pero van a matarme¡", dices. Sí, amigo. Van a matarte y vuelvo a repetirte, ¿qué más da? Desde el momento que tú estás dispuesto a hacerlo, ahórrate el trabajo. Deja que otros se equivoquen.
Julio
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Detrás de la piedra
Carmen Kurtz
Ed GP. Col Reno

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