10 de julio de 2018

Ventisca

Llega el verano, y a la hora de escoger una nueva lectura un servidor se deja llevar por la casualidad. Derivada además por la reciente adquisición de un lote librero donde destaca una refrescante portada con título invernal. Ventisca de George Stone. La ilustrada portada sobresale por envolver la llamativa cúpula de la Casa Blanca americana azotada por las nieves. En esa particular manía yanki de destrozar los símbolos arquitectónicos más reconocibles. En realidad, es un simple motivo que apenas explica una elección tan azarosa como ingenua, salvo aportar la tonta creencia de querer combatir los calores veraniegos con las descripciones de la tormenta proyectada por la mente del autor. Para empezar con un poco de orden, habría que citar que George Stone tomó como referencia un extraordinario temporal real, y que en 1888, anegó parte de la
costa Este de los EEUU bajo una copiosa nevada. Gracias al testimonio de la fotografía, hoy día pueden verse algunas imágenes del enorme temporal que sacudió a algunas ciudades y proporcionó bellas estampas de la época. Vistas con perspectiva, pues un buen número de personas perdieron la vida. 

Stone se sirve del extraordinario acontecimiento meteorológico, para crear una ficción que nos traslada a la interesante época donde se enfrentaban las dos grandes superpotencias del siglo XX. Tiempos pasados donde cuadrar la ventisca del título con la denominada guerra fría entre los EEUU y la URSS.  

Al habitual entretenimiento que proporcionaban las agencias de espionaje de cada país, así como la carrera espacial o la escalada militar, está novela viene a sumar la insólita aportación de las catástrofes naturales. Ese recurso tan cinematográfico que abarca los caprichos infantiles de destrozarlo todo mediante una sonrisa, como un juego. Pero estamos en el sector de la literatura, el lugar donde se desarrolla un ritmo menos vertiginoso que el cine. Cabe valorar la sensación de realidad que se consigue gracias al comedido desarrollo de las letras. Sobre todo cuando da a entender ciertos pasajes sin necesidad de explicarlo todo. 

En Ventisca, el escritor plantea una estructura clásica y que abarca diferentes puntos de vista. Básicamente un grupo principal de personajes, con los necesarios secundarios que ayuden a los protagonistas a superar los diversos obstáculos propuestos. El entretenimiento proviene del carácter aventurero que proporciona la tempestad. El simpático inicio, a pocos días de la condescendiente Navidad, choca con el posterior crecimiento de la borrasca, cuyo continuo empeoramiento empieza a colapsar las ciudades costeras, mientras los ciudadanos andan sorprendidos y expectantes por las erróneas predicciones meteorológicas. Poco a poco se describe como la nieve se amontona sobre las calles, y también, como la sociedad queda empequeñecida ante el poderoso avance de la naturaleza. Y con el trajin de quedarse pasmados ante el horizonte blanco, llegan las previsibles aportaciones del especialista, las del científico reconvertido en héroe ante la notable causa del salvar la patria americana, y de paso, reconquistar viejos amores del pasado. La pena es que poco esmero se dio el autor en un protagonista más bien soso. Sin mayor gracia que logre conectar con el lector.
Nueva York 1888 - Getty Images
Pero lo mejor viene dado por las sospechas del enemigo. Del recelo que provocan las maniobras del bloque soviético y que puedan alterar el orden mundial con las conocidas consecuencias que desencadenaría una guerra entre ambas potencias. Y en estos casos de grandes conspiraciones, tiende a sobresalir el malvado de turno. La figura que desencadena el conflicto y tiene el poder para ejercerlo. Sin embargo, en está novela, la villanía se queda a medio camino. Es cierto que apuntaba maneras, pero al igual que les pasa a los protagonistas, todos quedan retratados a medias y parece que la tempestad apenas deja margen al desarrollo de unos personajes más bien etiquetados en sus posiciones laborales. Reducidos a simples peones que merodean por las páginas sin mayores atractivos que las meras referencias. Como si estuvieran de paso. 

Ventisca es una muestra donde el ser humano queda reducido por otras fuerzas que no puede dominar, aunque lo intente. Pero la gracia se pierde entre un elevado número de personas que apenas merecen ser recordadas tras la triste mirada del funcionariado. Ni los principales destacan más allá del simple heroísmo del deber. La novela de George Stone entretiene con un supuesto desastre natural, tan fascinante como el relleno. Sin mayores logros que el de amainar parte de la estación veraniega. 


De pronto, la familiar realidad del pasado -los sonidos y movimientos del tren- dieron perspectiva a la aparente irrealidad del presente. 

Ventisca de George Stone
Ed GP 1978
Col Reno