29 de marzo de 2018

Acción mutante

Cada cierto tiempo surgen películas que alcanzan cierto estatus de referencia generacional. Pero el debut de Alex de la Iglesia se quedó a medio camino, (aunque lo lograría después con El día de la bestia) y eso que contaba con el gancho de tocar un género tan atractivo como la ciencia ficción. Algo poco recurrente en el cine español y que sin embargo, no terminó de cuajar como filme de culto. Acción mutante expone un evocador futuro de la perfección, donde el culto al cuerpo y las visitas a la cirugía han logrado casi extirpar de la sociedad el exceso de las grasas y los rostros poco agradecidos. Ante tal perspectiva de ninguneo, se rebelan los despojos y los apartados de la sociedad feliz. Éstos aparecen caracterizados como mutantes, donde destaca la imaginación del director y de Jorge Gerricaechevarria, su habitual socio en el guión, quienes acaban por denostar con malformaciones físicas y psíquicas, derivadas de ese futuro distópico, a sus protagonistas.

Parte de la panda - DR
La película fue estrenada en 1993. Con una producción que contó con un presupuesto holgado sobre la media de aquellos tiempos. Dineros destinados a mostrar el trabajo de un debutante con ganas de mostrar su peculiar estilo, gracias al buen ojo de la productora de los hermanos Almódovar. Una de las grandes virtudes del director vasco, es su fuerza visual, a la par de una poderosa originalidad a la hora de plasmar temáticas en sus narraciones. Para su estreno cinematográfico abarca géneros tan bien avenidos como el cine negro con la ciencia ficción, culminada por la comedia más gamberra. Sin embargo, la buena propuesta inicial de la película termina siendo devorada por lo exagerado del ejercicio, además de un continuo camino que termina en desmadre. Con el trascurso del tiempo, queda claro que tales excesos forman parte del sello del director Alex de la Iglesia. El clásico marca de la casa, una constante en una rica filmografía, variada en temáticas, con múltiples aciertos y algunos patinazos.

Imagen para el recuerdo - DR.

Quien acuda virgen al visionado de la película, puede sentir cierta sorpresa y agrado en un prometedor inicio al ingerir la interesante propuesta del director. Después llega el abuso del dulce, y la fanfarria constante de Acción mutante termina por agotar. Quienes ya han visto más de una ocasión el filme, desconectan antes de la fiesta. En este caso resulta curioso que el único personaje que parece tomarse en serio la representación, sea el líder del grupo terrorista, Ramón Yarritu, interpretado por el siempre eficiente Antonio Resines. A pesar de estar rodeado de idiotas y situaciones estrambóticas, continua representando su papel sin perder nunca el horizonte, como si fuera el único capaz de tomarse en serio la verbena en la que participa. Suele ocurrir como con las escalas de las borracheras, el punto de cánticos regionales precede al delirium del libertinaje, y en esa orgía, Acción Mutante llega a perderse. 

Obviamente la película llega a ser divertida y se deja ver gracias a la nostalgia que despierta su autor. El recuerdo de tiempos pasados, algunos cameos destacables, incursiones musicales y ciertas anécdotas como la moneda del rescate, 100 millones de Ecus, trasladan al espectador la sencillez del entretenimiento dominguero. Más propio del frío invernal, con sofá y mantita, porque la caja tonta apenas ofrece algo mejor. 

Acción mutante
Alex de la Iglesia, 1993

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19 de marzo de 2018

Crematorio

Existe una cantinela que suele darse en competiciones deportivas. Normalmente citadas a coro por la hinchada del presumible equipo inferior, y que se ha convertido en todo un clásico."Si se puede, si se puede..." El mismo termino debería llevarse a la supuesta industria televisiva española. Porque si se quiere, se puede hacer una serie como Dios manda. Bien hecha, realizada, interpretada, escrita y un montón de etc´s acordes a diferentes labores de producción. Y para colmo, expuesta en una espacio de tiempo inferior a la hora. El acabose para algunas mentes que echan por tierra la malsana costumbre hispana de estirar los tiempos en sus producciones televisivas. Crematorio y su única temporada de ocho capítulos, tiene el honor de erigirse como un referente de la televisión patria, con una temática tan nuestra que aun quedan múltiples matices por explorar, como bien pudo verse por ejemplo en la película, La caja 507 de Enrique Urbizu. Temas tan nuestros como la especulación urbanística y la corrupción política. Vamos, que en España tenemos bacalao por cortar. Un paraíso donde los hermanos Cabezudo han sabido adaptar una obra literaria del escritor Rafael Chirbes, para elevar la autoestima de los espectadores con negocios bien conocidos por todos y exhibirlos de una manera por encima de lo digno.


El capo Sancho - Canal + España
La serie fue exhibida en 2011, con cercanos referentes de éxitos ligados a la HBO americana como Los Soprano, incluso el soberbio primer capitulo recuerda a la mafiosa saga El padrino, con la presentación estelar del gran patriarca, Ruben Bertomeu para mostrar como gestó parte de su imperio en pequeños saltos temporales, a la par de presentar su situación empresarial y familiar como aperitivo de los próximos episodios. Los saltos al pasado serán una constante que sirven para dotar de protagonismo a ciertos personajes por capitulo y la relación que les une a Bertomeu. José Sancho dio vida al gran gerifalte, encabezando un amplio reparto coral que abarca todos los ingredientes necesarios para dotar a la serie de los enriquecedores conflictos paralelos. Las necesarias sumas que cumplan por aupar al conjunto de Crematorio. Pero con la diferencia de no volverse locos con secundarios y temáticas eternas. Es injusto realzar solo al trabajo de Sancho, pues el resto de personajes cumplen sobradamente su parte. Incluso la constante mala leche de Alicia Borrachero, cuya figura canta un viaje similar al de Michael Corleone. La heredera que disiente del negocio familiar.

Sin embargo todo gira en torno al gran empresario, todos se alimentan de sus negocios y crecen a través de sus actos, porque él puede permitírselo a los demás. Como las sobras del plato. Habrá roces, discrepancias familiares, ambiciones y demás parafernalia, pero el mundo empieza y acaba por Bertomeu, en su afán de conquistar más dinero y más poder frente a sus pequeños actos benéficos para el resto. 


Canal + España
La serie cuenta con numerosos alicientes por discernir, cuyo arranque memorable viene dada por las clásicas torpezas que amenazan con arruinar todo un imperio. Ésas que son tan hispanas como humanas, donde el hombre torpe comete una simple imprudencia que deja el culo al aire a quienes se han enriquecido vilmente del ladrillo, de los menudeos y hasta de los muertos. Y de ahí al constante ritmo de tapar baches en los siguientes capítulos, la capacidad de Bertomeu de combatir las nuevas fugas con vueltas de tuerca y las avaricias del querer más y más en un último proyecto final. La obra cumbre de su vida, de querer sepultar con hormigón la última zona virgen de la ficticia localidad de Misent. Y para ello se emplea los sortilegios necesarios, arreglos políticos o empresariales, el uso de la fuerza bruta si es necesario o por el contrario más sigilo si se tercia. Crematorio se disfruta en pequeñas cantidades a pesar de dar por sentado que todo lo que nos rodea es tan real como la vida, al percatarnos de reconocer la sociedad que nos muestra la serie. Queda mucho por crear y mostrar de estas vergüenzas. Si se quiere, porque está seria ya ha demostrado que se puede. 

... a ti lo que te hubiera gustado, es que hubiera heredado la empresa, que pasará por encima de todo el mundo, para que la gente pudiera decir que tú hija tenía más cojones que un hombre. 
 - Y qué hay de malo en desear eso?
 Silvia y Rubén Bertomeu

Crematorio
Originales Canal +, 2011
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Los disparos del cazador de Rafael Chirbes

9 de marzo de 2018

El país desnudo

Más que en bolas, el país del título pilla realmente a tomar por culo. En un pequeño intento por destacar alguna característica de Australia, me asaltan a la mente las vulgares ideas de tan apartado lugar. Como los guiris, cuando sitúan a todos los españoles entre toros y artistas de la castañuela, pues lo mismo, al deducir que de esa enorme isla deben destacar las ratas saltarinas y cazadores con bumeranes por encima de todo. A ojo podría situar que la mayor proporción de civilización se encuentra en las costas, mientras que el interior del continente domina una amplia planicie de terrenos, baldíos, explotados o desérticos, a saber. Aunque ahora podría añadir un nuevo conocimiento en la figura de Morris West, quien tiene el crédito de ser el mayor superventas del lugar, gracias sobre todo a otras novelas más conocidas, como Las sandalias del pescador.

Sin censura
Pero en esta pequeña novela de El país desnudo, donde curiosamente firmó con el seudónimo de Michael East, el autor ofrece una historia que se centra en el interior continental. Un sitio donde la vida del hombre blanco se desarrolla entre grandes espacios abiertos. Existe la posibilidad de realizar un pequeño paralelismo con la conocida conquista del oeste americano, seguramente más conocida gracias a una temática similar, en el clásico enfrentamiento de indios y vaqueros. Aunque en este caso hay que sustituir a los nativos de un lugar por los aborígenes australianos. Tribus ancladas en sus viejas tradiciones y que chocan con el medio de vida de los nuevos colonos. Y de ese conflicto nace el punto de partida de la novela, protagonizada por un vaquero que intenta sacar adelante su finca de ganado, pagar las deudas contraídas y superar la soledad del entorno junto a su mujer. Al contar con breves páginas, la trama planteada por West se concentra en el viejo ejercicio deportivo de la caza, a través de una prolongada persecución entre presas y cazadores. A la supuesta acción se le añade la lógica transcendencia de los problemas personales de los protagonistas de la narración. En ese punto es donde West destaca a sus personajes en diversos tramos individualizados, donde lideran la historia que nos están contando desde sus propios puntos de vista. Como cuando los intereses privados del hombre blanco chocan con la singular forma de entender la vida de los aborígenes, y como cada bando actúa en consecuencia de las lógicas que imperan en sus mundos vitales.

Lance Dillon es el ambicioso vaquero protagonista, acuciado por las deudas y cuya esposa Mary no anda del todo contenta por tener que lidiar en ese mundo rural, tan apartado de las comodidades que ofrecían sus orígenes de la ciudad. El clásico triangulo lo culmina el policía Neil Adams, responsable de investigar los sucesos acaecidos frente a una antigua tribu. El otro bando anda liderado por el poderoso hechicero Willinja, quien mantiene su particular disputa con Mundaru, un joven guerrero que suspira por Menyán, la joven esposa del citado Willinja. 

La ambición personal de cada personaje desemboca en un viaje que transformará a todos los protagonistas de un extremo a otro. Tal literatura sobrevive a la persecución, a las pesquisas y al peligro de la naturaleza de forma sobria y con pequeños elementos de cierta tensión bien resueltas por el escritor. La historia principal se desarrolla en un breve espacio de tiempo y posteriormente se observa el resultado de la evolución de los personajes. La novela entonces queda atrapada a la fácil resolución del entretenimiento, algo corto por la escasez de un mayor desarrollo o porque la historia apenas daba más que para enmarcarse en la superficie frente al desvelo interno. Queda también un pequeño acto divulgativo sobre los procedimientos de ciertas colonias humanas atrapadas en el edad de piedra. Al final siempre se aprende algo más allá del tópico. 

La muerte era el último temor, pero una vez que se pasaba este miedo, sólo existía la tranquila desilusión de que la vida había significado tan poco. 

El país desnudo
Morris West.
Ed GP Colección Reno 1973