20 de abril de 2017

Cómo conocí a vuestra madre T7

Séptima temporada. Y lo primero que se me ocurre es anotar el marujo comentario sobre la perdida de kilos de Jason Segel. El actor que interpreta a Marshall Eriksen. Un solido argumento para comenzar esta entrada y toda una atracción, si se compara con el fofo aspecto que suele dejar el abandono masculino. Tal vez su agente le diera un toque, cual madre preocupada por su cliente. Tras el lamentable momento amarillo, quedaría bien intentar discernir algo más interesante acerca de esta temporada de la serie, Como conocí a vuestra madre. Emitida entre los años 2011 y 2012. Curioso el vértigo que me entra al echar cuentas hacia atrás. Hoy día parece aun más lejano. 


Has engañado a tú amoooorrr¡¡¡ - 20th Century Fox Television
Sin duda, el mayor merito es mantenerse y lograr la cuota necesaria para seguir sorprendiendo a la audiencia. Algo que se consigue, en esta séptima temporada, con bastantes cambios a lo largo de los 24 episodios pertinentes. A decir verdad se acumulan tantos viajes emocionales que parece que los guionistas no han querido guardarse nada. No está nada mal después de tantas historias en temporadas anteriores, pues lo fácil sería recurrir a más de lo mismo para asegurarse la cuota diaria. La base acumulada en temporadas pasadas, sirve para recuperar ciertas imágenes, personajes y problemas del pasado que refuerzan el contenido global de la serie. Una pequeña muestra son las reapariciones de la exnovia de Ted, Victoria, y la peculiar recuperación del personaje de la calabaza putilla, ambas de la ya lejana primera temporada. A decir verdad se juega bastante con el pasado, está bien aprovecharlo porque forma parte de la historia de la serie y no solo con la repetitiva visita a los universitarios Ted, Marshall y Lily. 

Por supuesto vuelven a darse los ingredientes habituales que aglutina la serie. Aupada principalmente en las relaciones personales, los saltos temporales marca de la casa y algunos ingeniosos giros de guión. No solo aprecio el cambio físico de Marshall, en este caso más bien parece que Ccavm ha logrado asentarse como un miembro más del carrusel de paisajes que contemplamos a lo largo de los años, y vemos como crecen, cuales pequeños infantes de nuestras vidas. Infantes, esos pequeños seres que adquieren relativa importancia en varios capítulos, gracias sobretodo al embarazo de Lily. Hecho que se aprovecha para adherirse a la temática de la serie gracias a la parafernalia que rodea los preparativos de la llegada de un bebé. Como la posibilidad de trasladarse a las afueras de Nueva York. Una opción que también se une a un puñado de capítulos interesantes y que terminan por ser rematado en la genial fiesta de Un apicultor en llamas (7x15). 


La calabaza y la putilla - 20th Century Fox Television
Ted nuevamente deambula perdido en su lastimera búsqueda, señal inequívoca del hartazgo que provoca la caricatura que los guionistas se han empecinado en crear. El enamoradizo locuelo está terminando por ser un tipo bastante cargante. Más gracia acumulan Robin y Barney, personajes que contraen diferentes vaivenes emocionales que determinan el protagonismo que han ido acumulando a lo largo de las temporadas. Un peso ganado a pulso en detrimento del resto del reparto. En principio destaca la inclusión de Kevin (Kal Penn), como novio de Robin, terapeuta de profesión y que incluye un perfil interesante. De entrada logra encandilar a cualquiera, a pesar de ocupar lógicamente un papel secundario. Es más, en pocas palabras logra expresar la definición exacta del grupo de chalados afines al McLaren´s en El misterio contra la historia (7x06). Salvo las lógicas salidas histriónicas dedicadas al humor, el personaje de Kevin aparece como un poso de sensatez ante tantos desvaríos. A Barney le toca bailar nuevamente con la más guapa. Tras una nueva incursión de la vida en pareja, parece estar destinado a sentar definitivamente la cabeza. Algo realmente chocante si se rememora los momentos de gloria que este personaje ha brindado al conjunto de la serie. 


Karma en acción - 20th Century Fox Television
Curiosamente el nivel decae algo en los últimos episodios. Todo parecía bien encaminado a la supuesta traca que depara el cierre, pero para llegar a tal punto hay un impás que hace perder comba a toda la temporada. Una lastima porque, pese al buen hacer de la mayoría de episodios, al final queda un regusto amargo, propiciado tal vez por el excesivo número de temporadas que acumula la serie. 

Como conocí a vuestra madre
20th Century Fox Television 2011
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Ccavm T1
Ccavm T2
Ccavn T3
Ccavm T4
Ccvam T5
Ccavm T6



Ccavm T8

Ccavm T9


12 de abril de 2017

El rojo emblema del valor

Contaba con apenas 28 años cuando la tuberculosis se llevó por delante a Stephen Crane, enfermedad que impidió, al joven escritor americano, aumentar su número de títulos literarios. Una pena, porque contaba con el aprecio de la sociedad de su época y el interés que suscitan las lecturas de sus obras. Como El rojo emblema del valor. Obra que ha logrado alcanzar el estatus de clásico dentro de la historia de la literatura norteamericana. Esta novela corta en páginas, viene asociada por la influencia que derivaron sus letras en posteriores obras, gracias al toque interno del protagonista y como éste afronta el duro retrato de entrar en combate por primera vez. De entrada, la historia se concentra en un hecho puntual durante la guerra de secesión americana. Y su protagonista es un simple soldado llamado Henry Fleming.

La supuesta gesta, que suele acompañar a los relatos sobre diferentes guerras a lo largo de la
historia, queda condicionada, en este caso, por el posicionamiento de Crane, al centrarse en la mentalidad de un muchacho cuyos aires de grandeza se confunden con la realidad. La escasez de páginas abarca principalmente el conflicto armado de una batalla sin nombre, a través de los pensamientos e ideas preconcebidas, que el joven muchacho lleva consigo. El supuesto ramalazo que acompaña la heroicidad de los actos que se ejercitan en las batallas, con el correspondiente derramamiento de sangre. Connotaciones clásicas que parecen flotar alrededor de la fantasiosa mente del protagonista. Estos viejos ideales quedan expuestos ante la posibilidad real del cumulo de emociones que suponen estas lides. Afrontar la dura realidad como por ejemplo, salir por patas ante el primer conato de violencia. Este acto tan desolador, tan cobarde, tan humano, demuestra la fragilidad de nuestro ser frente a la mayor de las locuras. Y en ese choque de sentimientos es donde destaca el punto inicial de la novela. 

Después de avanzar y destripar semejantes acontecimientos, el autor expone el particular viaje de su héroe a través de la natural parábola que suelen recorrer todos los heroicos protagonistas de las antiguas historias narradas. Especialmente aquellas, donde los héroes acaban forjándose para alcanzar finalmente las idealizadas victorias. Proezas lejanas frente al tremendo realismo que dicta el escritor americano. Y más en este caso particular, al introducirnos en el interior mismo de la cabeza del muchacho, gracias al continuo comecocos que aflige al protagonista, porque sabe y reconoce, el alcance de sus actos, así como la necesidad de retornar al rebaño del que se ha separado. La imaginación del muchacho se dispara ante las distintas posibilidades de como debe afrontar el regreso al regimiento y la actitud a tomar antes tales circunstancias. Su cabeza divaga a través de diferentes escenarios y buscando probables excusas ante la vergüenza de ser reconocido por sus compañeros al huir del campo de batalla. A lo largo de ese espacio y a posteriori, será obligación del lector descubrir si se cumplen las predicciones del muchacho, si habrá redención o si la realidad aplasta toda ensoñación emparentada con la gloria que otorga las armas. 

Este carácter interno, en gran parte psicológico, demuestra la frescura de ideas de Crane, al lograr que esta novela llegara a influir posteriormente en obras posteriores gracias al punto de vista que adopta. Otro punto de notable interés, tiene que ver con el talento para narrar con pulso e interés los choque bélicos. Enfrentamientos donde demuestra el buen manejo de los tiempos que conlleva la tensa espera previa a entrar en combate. Una vez dentro parece transportarnos al interior mismo de esta recurrente tragedia humana, gracias al realismo que aporta su descripciones y la inquietante espera de comprobar el resultado de las intensas humaredas en forma de telones que originan los disparos. 

Sería importante destacar las razones por las que Crane se empeña en minimizar a los protagonistas. Quitarles la grandeza previa de la guerra para situarlos en la inmensa nomina de soldados anónimos. Normalmente recurre a diferentes apelativos para designar a los hombres que acompañan al protagonista principal. Tales como el soldado alto, el jactancioso o el andrajoso, son una simple muestra. Al propio Henry Fleming se le señala constantemente como simple muchacho, y si acaso hiciera falta aumentar el desprecio verbal sobre los pobres novatos, ahí están los balbuceantes gerifaltes, para faltar aun más a sus hombres, o designar que regimiento se encuentra dentro del sorteo de prescindibles dentro de las batallas. El muchacho, por norma natural, cobra especial importancia para aparecer en el momento oportuno en estos tránsitos, gracias al merodeo que llevan sus rápidas piernas. Tanta velocidad como las interpretaciones que va realizando su cerebro en todos los actos en los que participa. Algo así como afrontar la realidad desde la óptica interna de aquello que le gustaría alcanzar a realizar. 

Él también arrojó al suelo su arma y huyó. No había vergüenza en su cara. Corría como un conejo.

El rojo emblema del valor
Stephen Crane
El País Aventuras, 2004

6 de abril de 2017

Castaños y pedrolos. Machota Alta

Cuenta una leyenda, que el monarca Felipe II estudió la posibilidad de construir su real monasterio en la comarca de Zarzalejo. Este rumor no debió ser bien acogido por los vecinos de aquella época, quienes expusieron todo tipo de trabas, protestas y quejas por temor a las expropiaciones de sus tierras. Al parecer, lograron que el rey optará por trasladar su proyecto al otro lado de las voluptuosas Machotas, tachando el ilustre monarca a los autóctonos de su tiempo de "indómitos como los indios caribes". Una especie de insulto hacia quienes se quedaron bajo el seno protector de ambos cerros. Y sin las obras del monasterio de marras por sus dominios. Otra cosa bien distinta debió ser el suculento negocio de las canteras. 

Unos cuantos siglos después, los aires rebeldes se han colmado en una señalizada ruta que parte del casco urbano del pueblo, y cuyo nombre está dedicado al reyezuelo de entonces, al que a pesar de todo, debía gustarle pasearse por estas tierras tan acogedoras por parte de sus súbditos. Hasta una fuente a mitad de camino hay dedicada hacia su regia persona.


Uno de los múltiples castaños
El sendero nace de la plaza de los Charcones, acotado por las cercas de propiedad privada y acompasada por la tenue orquesta de los celosos perros guardianes. También figura una llamativa vivienda amarillenta, a modo de referencia para quienes buscan mayores seguridades del camino emprendido. Por supuesto ya empiezan a vislumbrarse los primeros pedrolos de esta noble geografía, y el buen uso que hacen de está materia prima sus vecinos. El camino alcanza rápido una bifurcación, sin temor a equivocarnos gracias a la señalización del camino del Rey, con las correspondientes letras incrustadas en la roca. El trazado, que comparte nomenclatura con las franjas rojas y blancas del GR10, se va estrechando tímidamente ante la aparición de los primeros castaños dignos de mención. Pequeños gigantes que adornan la senda con sus desnudos, fuertes y tétricos ramajes del pasado invierno. En estos andares se llega al conocido como castaño del Rey, ubicado muy cerca de un manantial de mismo nombre. El árbol centenario está catalogado por la comunidad de Madrid en su lista de singularidades, y por eso se concede el honor de colocarsele un hito que establezca tal deferencia respecto al resto de castaños que encontramos en la senda. Algunos tan impresionantes y hermosos como el citado.

La subida caracolea por el estrecho sendero, divertido, escalonado y ligeramente esforzado con tal de alcanzar el collado que separa ambas Machotas. Las vistas son tan apetecibles como las frescas aguas de la fuente de Entrecabezas, el último abrevadero del pateo por si hubiese que reponer el liquido elemento. A izquierdas sobresalen los muretes que separan fincas en la llamada Machota Alta. Hay más de un paso accesible, y un estrecho sendero que nos acompaña en la escarpada subida hacia la redondeada cima del cerro. Aun así, a medio camino quedan restos de una pintura que supuestamente advierte de la privacidad del terreno, pese al
El Fraile
notable trasiego que debe llevar la vereda de ascenso. Por si acaso prometo no dejar señales de mi visita, salvo tal vez, algunas migas de la merendola que me pienso abonar junto a la famosa peña del Fraile. Peñasco situado a lo largo de la amplia loma, pero antes me he propuesto merodear por estos lares a la caza de otros roquedos. Aparte del famoso eremita granítico de la Machota Alta, suelen señalarse otras figuras rocosas. Una pequeña eminencia como Andrés Campos, dicta que este hermoso paraje acoge un Bolo, un Badajo y hasta un Gigante Mudo. 


Pequeños apelativos hacia las caprichosas formas que adquieren las rocas del lugar. El caso es que por muchas vueltas buscando información sobre sus posibles ubicaciones, no he hallado nada, solo la misma frase copiada y repetida en diversos lugares internautas, como si la redundancia otorgara alguna validez. Que poco trabajo cuesta agenciarse frases ajenas. En fin. Solamente el Badajo aparece prescrito en Google Earth, así pues, la tonta búsqueda de estas rocas han ocupado gran parte del tránsito por la Machota Alta. La pena es que hay tantos bolos, que la referencia inicial queda expuesta bajo el criterio personal de cada uno. Del gigante ni hablamos. Lo mejor es disfrutar de la planicie del cerro y dejar que la imaginación rellene los parecidos que cada uno interprete . Por ejemplo, y sin malicia ninguna, yo aquí diviso un pene

La peña del Fraile destaca en la lontananza, con su capirote listo para embarcarse en alguna procesión cercana. Al trasluz de su mirada le pregunto a cuantos penitentes recibe al cabo del año, dejándome con la duda y sin respuesta que sacie mi curiosidad. Ante tal descortesía, escondo mi suculento almuerzo tras un roquedo, por si la falta de yantar interrumpe el hechizo de la supuesta helada que lo dejó enhiesto como una roca. Tras el homenaje, nada mejor que disfrutar de las vistas. El citado Monasterio, el bosque de la Herrería, las múltiples dehesas, las torres de la iglesia de San Bernabé, Valmayor... y una pequeña marabunta de personas que observo, gracias a los prismáticos, en las cumbres de Abantos. Que gran contraste frente a la soledad del callado Fraile, con esa simpatía normal que andes tan solo. 

Aunque la soledad huye por momentos, pues nuevas gentes se acercan a prestar sus respetos al pedrolo. Tras el correspondiente educado saludo, levantamos el pequeño campamento, a los nuevos visitantes les cedemos el relevo de interrogar al silente, mientras Bosco y un servidor nos encaminamos junto a la famosa empalizada de Felipe II que cubre todo el cerro. En un momento dado, optamos por perder desnivel en la umbría del cerro, con buenas vistas del puerto de la Cruz Verde y la inmensidad del cerro de San Benito al fondo. 


Planicie de la Machota Alta
Nuevos muretes quieren impedir el libre tránsito de personas en un pequeño bosquete de robles, En este caso hay que ignorar la apetecible sombra de un pinarcillo y un llamativo camino paralelo, pues aun queda por conocer a otro gigante del Guadarrama. El castaño del Cotanillo es un magnífico ejemplar de unos 5 metros de grosor. Una extensa y tétrica copa desnuda aguarda paciente la llegada de la primavera para ofrecerse en todo su esplendor. Su tamaño es descomunal frente a una pequeña colecta de pinos que preceden a este verdadero monarca del bosque. A pesar de perder una de sus gruesas ramas recientemente. 

Obviamente también tiene su hito, donde aprovecho para señalar una curiosa anécdota. En la publicación de un breve articulo de la web el guadarramista, con fecha a 2 de diciembre de 2012, hay un simpático comentario que dice lo siguiente. "Saludos a tod@s, respecto a la info de los castaños, decir que mayormente es errónea en cada foro los árboles tienen una edad, o ubicación en plano, como el llamado de la fuente del rey, por cierto es mio, pues todos son fincas privadas, dede siempre ,sacan fotos desde dentro, cataloga la cam , sin preguntar a nadie… sorprendente. .. enfin salud". Imagino que el señor Ramón Villares, que es quien firma el comentario, es el propietario del terreno donde se haya el castaño del Rey. Resulta curioso entender que a la administración regional se le habrá pasado por el forro la privacidad del terreno, etiquetar estos árboles y enclavar los dichosos hitos para fomentar la visita a los cacareados árboles singulares de la comunidad de Madrid. Servidor incluido.
Castaño del Cotanillo

Ante tanta privacidad franqueada, nos deslizamos sin ruido por un camino descendente hacia Zarzalejo, donde nuevos muros cercan al camino por ambos lados. Al pueblo se llega sin perdida, previo paso por un depósito del canal de Isabel II y las hormigonadas calles del lugar. Curiosamente, muy cerca de la carretera, de las viviendas y de una bonita fuente llamada del Caño Viejo, hay un grupo de hermosos ejemplares de álamos negros que carecen de llamativos hitos que les distinga por alguna singularidad. Uno incluso con notables dimensiones para poder acogerse al selecto grupo de tótems serranos.

Por estas calles vive un viejo conocido, seguro que tiene alguna cerveza fresca en su nevera, aunque antes de dedicarme a aporrear su puerta, una pequeña ráfaga de lucidez me invita a trasladar un educado mensaje digital previo. 

¿Andas por casa caribe?

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Bibliografía: http://arbolessingularesmadrid.blogspot.com.es/

Excursión por la Machota Baja

Álbum de fotos
Panorámica de la Machota Alta