5 de noviembre de 2016

El olor de la lluvia en los Balcanes

Las tierras fronterizas suelen acumular numerosos episodios bélicos a lo largo de la historia. Enfrentamientos que son acentuados por su importancia a nivel estratégico para los mandamases de turno. En el caso de los Balcanes está situación adquiere mayores dimensiones por su ubicación geográfica, al estar situadas sus tierras en medio del tradicional enfrentamiento entre oriente y occidente. Y como no, con las locuras religiosas por parte de cada bando, y que siempre actúan como acicate entre los hombres. Tanta guerra y tanta frontera sirve para juntar, en ese reducido espacio, a un amplio número de etnias después de tantos años de ocupaciones. Cada una con sus costumbres y sus dioses, y gracias a alguno de éstos terminan por convivir sin mayores problemas por la estabilidad que proporciona la paz. Aunque está venga impuesta por la fuerza. La rutina diaria termina por imponer una lógica convivencia de respeto, hasta que la locura del hombre vuelva a cebarse con los más débiles a través del estúpido argumento de las nacionalidades por delante.

En lugar de seguir resaltando los males del hombre, merece la pena quedarse con los aspectos positivos. Como por ejemplo esta notable novela, El olor de la lluvia en los Balcanes. Todo un éxito editorial en el habitual avispero de Europa, en los países que formaban parte de la extinta Yugoslavia. Seguramente parte de su éxito sea por el reconocimiento que hacen sus habitantes de una sociedad repleta de diferencias, expuesta a través de la sencillez de las buenas costumbres, las que otorga la convivencia tranquila y sosegada de diferentes culturas que comparten un mismo espacio. Y eso que los protagonistas del relato vienen precedidos de otro tipo de violencia. En este caso histórico, y con cerca de cuatrocientos años de migración forzosa. La expulsión de los llamados, judíos sefardíes de sus hogares y de su patria, a cargo de las católicas majestades de la península ibérica. Éstos descendientes se propagaron por diversos países europeos con el orgullo de su origen hispano, y manteniendo no solo sus creencias religiosas, sino algo tan importante como la lengua materna. El ladino, o español como citan los propios sefardíes, es una variante romántica de la lengua de Cervantes, y que ha pervivido gracias al amor de estos judíos por sus ancestros y tradiciones. Por orden de la autora se mantiene en el texto numerosas frases en el ladino original, fácilmente traducible en su contexto para los lectores españoles, aunque fallemos en alguna palabra suelta.

La novela cuenta la historia real de la familia de la autora a lo largo de la primera mitad del siglo XX. Una mitad tan fascinante como dolorosa, por hallarse entre sus décadas, las dos grandes guerras que asolaron el continente europeo. En especial la segunda, ligada además al desvarío de las supuestas razas superiores y al exterminio del resto. Del libro cabe destacar el protagonismo del género femenino por encima del masculino. Un pequeño acto de justicia que hace buena la frase de una mujer adelantada a su tiempo, solo que en este caso se multiplica por cinco, pues cinco son las hermanas Salom cuyas vidas relata Gordana Kuic, hija de Blanka Salom. También es de justicia citar que las hermanas parten gracias a la solida base de su madre. Trabajadora incansable y guardiana moral de las tradiciones, aunque finalmente tenga la suficiente libertad de miras para dejar volar la independencia que sus hijas reclaman pese a los tiempos en que viven.

¿Cómo...? -se escucho decir a sí misma-. ¿Cómo vas a casarte conmigo?
-Ya veremos la forma.
-Pero nadie ha hecho nunca algo así...
-Alguien ha de ser el primero.

Las dos hermanas mayores, Buka y Nina, emprenden su propio negocio en la ciudad de Sarajevo para poder mantener al resto de la familia, incluidos a los hombres, padre y hermanos que ejemplifican en este caso al sexo más débil. De partida, parece ser que este arranque empresarial puede suponer un ejemplo para el resto de hermanas. Sin embargo, se da el caso de que gracias a este sustento, las hermanas menores logran adquirir una cierta personalidad que va más allá de limitarse a continuar las labores iniciadas por las mayores. Klara por ejemplo, avanza con absoluta resolución a guiar su vida fuera del amparo familiar, marchándose incluso a otros países hasta lograr encontrar su lugar en el mundo. La más pequeña, Riki, tiene sin duda el proceso literario más interesante. De niña consentida e inquieta, pasa a convertirse en una joven esperanza del ballet yugoslavo. Labor artística que la lleva a conocer y a actuar en otros países europeos mientras nos muestra el contraste del colorido vivo y bohemio de Belgrado frente al más austero Sarajevo. De todas ellas, la madre de la autora del libro es quien capitaliza la mayor parte del relato y resulta imposible no encariñarse de la dulce, callada y trabajadora Blanki, incluida esa tenaz determinación para obtener el mayor premio que pueda permitirse, el corazón de Marko Korac. 

Superada la fase del comercio entra en juego otro tipo de negocios menos rentable y más básico en la literatura, los diferentes amores por los que pasan las hermanas Salom. Tal vez la parte más devaluada de la novela se vea en sus inicios, pues parte de un sencillo juego de enamoramiento, casi visual, que contrasta bastante con los interesantes devaneos posteriores. Las hijas de mamá Ester vuelven a rebelarse ante la dictatorial fórmula de emparentarse solo con los de su misma tribu. Nina será quien abra la puerta a otras nacionalidades y a las mentes cerradas de las gentes de principios de siglo XX. Gracias a la resolución de las hermanas y a la normal exposición de los acontecimientos por parte de la escritura, las idas y venidas de Cupido triunfan frente al escándalo que supone el cotilleo de las mentalidades atrasadas. 

El olor de la lluvia en los Balcanes
Gordana Kuic. Ed Funambulista - 2015

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