24 de abril de 2014

Regreso a la Catedral

El inicio de el Ingeniero
Hacía mucho tiempo de mi ultima ruta en bici larga, más tiempo aun de rodar por una de las sendas más famosas de la zona centro de España. El camino de el Ingeniero. Con la llegada de la Semana Santa y unos días de vacaciones, la única excusa posible era cuadrar la fecha para volver a ciclar por la Catedral de las Veredas y mostrar mi natural devoción a las ruedas. El itinerario de la ruta tenía que ser la clásica circular que empieza y termina en el municipio de San Rafael. Mientras que los voluntariosos monaguillos destinados a recibir su bautismo senderil serian mi cuñado Hugo Ramos y mi primo Álvaro Martín. Lo malo era la forma física, y en especial mi escaso rodaje encima de la burra que me hacia tener ciertas precauciones para completar un trazado exigente desde el principio hasta el final. Por este motivo nos plantamos en San Rafael pasadas las ocho de la mañana, para iniciar cuanto antes nuestra particular procesión ciclista. Tras recoger algo de agua en la fuente de la Yedra o de la Virgen de las Nieves, escojan el nombre que más les cuadre, iniciamos la ascensión por los pinares de Aguas Vertientes. Los primeros kms son exigentes, e ideales para combatir la fresca mañana de abril, pasando primero por la señalizada senda de la Peña del Águila hasta alcanzar, posteriormente, la pista que culmina la subida hasta el collado del Hornillo. Un leve parón y tranquilamente descendemos por pista hasta la entrada de la divertida senda que discurre paralela a esa carreterilla forestal que lleva a Peguerinos.

Hugo en acción.

Este sendero es una pequeña gozada, donde solo el inicio contiene un leve tramo técnico, el resto serpentea suavemente y la única dificultad estriba en vadear algunos arroyos, especialmente en esta época primaveral, donde bajan algo más caudalosos e inundan algunas partes que nos obligan a cruzar con cierto cuidado, o a variar la trazada en la pradera. En una de esas, tuvimos un ligero percance con una rama que se enganchó en mi mochila para dispararse sobre el rostro de quien me seguía. No podía faltar la tradicional recogida de ramos en estas fiestas por parte de Hugo, rindiendo honores a su apellido con la inoportuna trampa. Después del incidente llegamos al camping del Valle de Enmedio para continuar el peregrinaje con una leve subida hasta llegar al embalse del arroyo del Prado del Toril. Después de una nueva parada reiniciamos la ruta por el estrecho y técnico sendero que asciende por encima del pequeño pantano, un tramo hermoso, entre piedras y raíces que exigen el margen suficiente entre fuerza y control para superar la dureza de la senda. Una vez superada, conectamos con la pista que llega al Alto de la Gargantilla y la seguimos, obviando el sendero del Chuvieco para ahorrar algo de fuerzas. La pista parece un oasis entre tanta piedra y camino estrecho que nos lleva rápidamente hasta la zona de Las Lagunas donde me salto el primer desvío, pequeños errores que nos obligan a remontar y mantener la fe en un guía que purga los pecados de la memoria.

Corregido el rumbo queda poco para llegar al vértice que separa las tres provincias (Ávila, Madrid y Segovia). Ahora toca bajar junto al arroyo del Boquerón y encaminar el pago de poder disfrutar del famoso Ingeniero. Ese pago supone cargar con la bici unos 100 metros por la ladera de la montaña. Una autentica cruz que sumar a las fuerzas gastadas con anterioridad. Hace tiempo que he visto una alternativa en diferentes tracks que nos evite el mal trago de empujar la bicicleta, pero tras la equivocación anterior optó por asegurar y que mis compañeros conozcan el duro origen de esta senda. La bajada por el arroyo del Boquerón es bastante complicada por la cantidad de piedra y tierra suelta, además de la fuerte pendiente. En esta parte me toca besar el suelo al intentar pararme torpemente para vigilar la bajada de mi primo, novato en estas lides. Ya queda poco tras la penitencia de cargar con nuestros hierros, puesto que el Ingeniero se abre paso tímidamente por la ladera y se introduce por el frondoso pinar. Estrecho en su nacimiento y con una fuerte caída hacia la izquierda en forma de barranquillo que te obliga a tener cierta precaución pese a lanzarte raudo y veloz hacia algo llamado diversión.


El camino de el Ingeniero tiene esa fama que colma las expectativas de los bikers durante algo más de diez kilómetros. Aunque siempre hay un pero, y en esta ocasión es que también
Álvaro cargando el peaje de entrada
contiene tramos duros a sumar a lo acumulado. Tras pasar el desvío de la Quiteria, la senda parece que solo sube en un encadenado continuo donde se apura el molinillo. Llega el momento de la nostalgia, al reconocer algunos pasos empedrados donde me acordaba de alguna virgen y en donde me atizaban los calambres. Las piernas empiezan a protestar pero aguantan y regulo, porque sé que todavía quedan pasos por dar, pese al presumible costalazo de Álvaro quien se retrasó en volver a aparecer por la vereda. Hugo sin embargo empieza a pedir la salvación. Excedidas sus fuerzas y sobrepasado el tiempo que le dedica a las ruedas. Finalmente y tras deleitarnos con unos tramos exquisitos, hallamos la tentación del atajo, demasiado fácil como para continuar con el placentero martirio que impera en la senda. Toca ceder y dar sentido a la razón frente a la devoción. La Catedral seguirá ahí hoy, mañana y el bendito día que vuelva a profanar el silencio del bosque para reír de alegría. 


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