17 de febrero de 2014

Los duelistas

El título de esta película invita a la fácil relación que existe entre dos ámbitos enfrentados. Algo asi como los polos opuestos de un imán o del blanco y el negro. De estos dos colores hay una amplia gama de grises que tienden a convertirse en los necesarios matices que toda obra necesita. En la primera película del director Ridley Scott esta dualidad se sustenta a través de la dupla protagonista, quienes acaparan a su vez los matices del estreno fílmico del británico en Los duelistas. Una historia basada en un relato corto de Joseph Conrad. Porque haberlos haylos pese a la importancia de la envoltura y el cuidado que Scott presta a la imagen. Una característica propia de un autor que ha hecho buena parte de su carrera en la publicidad. 

La película narra el enfrentamiento de dos oficiales del ejército napoleónico a través de diversos duelos de honor. Un primer envite surgido en parte por la estupidez humana, se alargará durante años, creando un sentimiento tanto de necesidad como de odio hacia el rival. El duelo de honor se haya regido por una simple norma de caballerosidad que los necesarios testigos harán cumplir en cuanto uno de los contendientes sufra alguna herida no mortal que lo inhabilite para una lucha en igualdad de condiciones. Hete aquí la regla que extenderá varios años la pelea entre el templado D´Hubert frente al mayor apasionamiento de Feroud. Protagonistas interpretados por Keith Carradine y Harvey Keitel respectivamente. La gracia del asunto queda ligada al próximo envite y al lógico desarrollo de unos personajes que van asumiendo una loca necesidad de matar a su oponente mientras las guerras napoleónicas se recrudecen a lo largo de Europa. Lamentablemente el guión de Scott toma partido por uno de los contendientes. Transformando a D´Hubert en el clásico protagonista de la historia con su semblante sereno y mayor cordura respecto al pendenciero, y seguramente más interesante, Feroud. Y eso que los grillados suelen dar más juego que el correcto héroe, aunque este conserve algunas manchas en su currículo que lo humanice. Esta elección abandona el punto de vista de Feroud, otorgándole la posición del malo de la película. Queda pues contentarse con uno solo y su evolución como protagonista real del filme. 
Y es ahí donde entra la faceta personal de D´Hubert al mostrarnos el lado humano de este personaje hasta su meteórica ascensión a general con vistas a mantener su status tras la era
de Bonaparte. Mostrando también algunas facetas personales que le lleven a replantearse abandonar su enconada lucha frente a su rival por ciertos beneficios que obtiene en vida. Por el contrario, vuelvo a reiterar la falta de una muestra o pincelada del rival de turno, quien queda relegado a la condición de antagonista sin ofrecer cambios que salpiquen algo del odio interno que podría arrastrar hacia el hombre que puso en duda su honor, o por lo menos haberle dotado de algunos tramos donde desarrollar un punto de vista contrario al protagonista. Queda pues suponer como este exagerado alegato del ego le consume por dentro en una época donde los hombres se mataban por mantener intacto ese preciado tesoro que solo ellos mismos conocían.

Por lo menos Feroud asciende paralelamente como su rival, dando a entender que estos lunáticos del honor consiguen valerse por si mismos y hacer carrera militar. Al centrarse la película en su protagonista y en los susodichos duelos, se dejan las guerras del emperador francés en un discreto segundo plano. Ni el presupuesto ni la finalidad del argumento invitaba a explayarse en berenjenales ajenos. Únicamente destaca el pasaje de la fracasada invasión rusa. Incluso ahí, en la mayor de las derrotas y en la helada retirada general, los contendientes son incapaces de enarbolar un simple trapo blanco en su disputa personal.

La película tampoco busca ahondar en mayores inquietudes que las expuestas y se dedica a
poner de manifiesto una de las mejores armas de su director. La fotografía y la hermosa composición de imágenes. Scott es un majestuoso autor de imagen y en Los duelistas iba a debutar mostrando sus dotes como buen empalagador. El cine de época también acompaña a representar escenarios naturales o aspectos tan belicosos como la invasión rusa. A pesar de que los protagonistas son oficiales del vasto ejercito de Napoleón no aparece el emperador ni se cuenta nada sobre el devenir de la historia, centrando la línea argumental en el dueto principal y las secuelas que imponen años de tragedias bélicas.

Los duelistas es un buen debut a pesar de mis querencias personales. Una película que inexplicablemente queda relegada a un segundo plano dentro de la extensa filmografía de Ridley Scott, un director que a lo largo de su extensa carrera cinematográfica aglutina una superficial lista de seguidores como de detractores. Y es que parece que hay quien no se explica como un tipo puede firmar algunas obras imprescindibles como Alien, con otras tan olvidables como El reino de los cielos.

Los duelistas de Ridley Scott
1977

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